Capitulo 3

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La semana había pasado rápidamente, la mayor parte del tiempo había estado encerrada en la sala del piano del estudio. Ese definitivamente era uno de sus lugares favoritos del mundo, había decorado la sala a su gusto y sólo allí entre esas cuatro paredes blancas y con su gran piano de cola en el centro se sentía ella misma. Había estado escuchando y escuchando en bucle una y otra vez su disco para intentar reescribir alguna melodía, pero no encontraba la tecla ocasionándole una gran frustración. Lo que sucedía es que no estaba del todo centrada, su cabeza se había quedado en la última conversación con Aitana, y en el hecho de que Alfred estuviese bajo un ultimátum. En otra época lo hubiera llamado para preguntarle cómo estaba, e incluso le hubiese ofrecido su ayuda, aunque supiese que él se negaría a aceptarla. Roi tampoco había estado por el estudio, pues cuando no tenían a ningún artista se dedicaba a su carrera como actor, y estaba con los Javis trabajando en una nueva serie para Netflix.

Las buenas noticias llegaron cuando a final de la semana, Marta y Manu acordaron con la discográfica aceptar que ellos facilitaran a sus artistas la tarjeta de "Melodix Studio", pero seguían siendo ellos los que tomasen la decisión final de a quien ayudarían. Y así, entre melodías, letras y tardes delante del piano llegó el fin de semana y el cumpleaños de Ana. Eran las ocasiones perfectas para poder reunirse prácticamente todos, o por lo menos, todos los que estuviesen en España, y no estuviesen trabajando o de gira por algún lado. Este año, acudieron prácticamente los dieciséis menos Juan Antonio y Thalia, y aunque la fiesta estuvo increíble, Amaia percibió cómo en algún momento Alfred se apartaba del grupo, y se iba con su copa hacia el jardín para estar solo, pues aunque siempre intentaba ignorarlo cuando se reunían todos era muy consciente de su presencia.

Una de las veces que Amaia salió a tomar aire, escuchó como Alfred hablaba con Roi, y éste le decía que no se tenía que agobiar que él era un artista, que era la base de todo, y que seguro si se ponía con calma sería capaz de escribir canciones tan increíbles como las que recogió en su primer disco, y sino siempre podía plantearse pedir ayuda, que eso no era algo malo o significaba dejar de ser auténtico.

Sin embargo, Alfred no estaba tan seguro, la discográfica había estado muy contenta con su primer trabajo, por ello, le dejaron mucha libertad para hacer el segundo, pero la publicación del disco no había sido lo que esperaban, además, como él mismo había afirmado alguna vez para su desgracia coincidió en fecha con el lanzamiento del primer disco de Amaia, que lo eclipsó totalmente, costándole mucho reponerse en las listas. Y tras ello, no había logrado publicar un disco con la misma aceptación que el primero. Alfred era consciente que no todo fue porque coincidiera con el disco de Amaia, aunque darse cuenta de ello tan tarde no le ayudó en su momento, sino que sus canciones habían perdido ese encanto, que le salía por la piel cuando componía en la academia.

Al ver que los dos amigos tenían mucho que contarse, Amaia volvió a la fiesta sin ser vista, necesitaba hablar con Roi, pero ya lo haría en otro momento, acercarse ahora no era una opción, no tenía ganas de cruzarse con Alfred, ya bastante era tener que compartir ciertas celebraciones por los amigos en común, pero no tenía intención de cruzarse más de lo necesario.

- Tío tranquilo – le dijo Roi – ya verás, como todo va a ir bien. Vete a tu casa al Prat, y ponte tranquilo a componer, si lo que tienes aquí – dijo señalándole con un dedo a la cabeza – es una puta maravilla.

- Que va... eso esta estropeado – le contestó Alfred riendo – mi tío Toni, me ha dicho lo mismo, que me ponga tranquilo delante del piano o que coja la guitarra, pero es que... el problema no está ahí, como tú dices, sino aquí – dijo señalándose el corazón - me falta... mi inspiración.

- Ahí no te puedo ayudar.

- Yo creo que sí - le dijo Alfred mientras miraba a todos los lados, para asegurarse que no había nadie cerca – Háblame de ella, por favor. Me la encontré el otro día en la discográfica, y no sabía cómo hablarle, apenas cruzamos un par de frases.

- Alfred, ¿qué quieres que te cuente? Ya la has visto en la fiesta, ella sigue siendo Amaia. No ha cambiado nada, solamente que ahora es más exigente con su música y ... - titubeó Roi al añadir - que te ignora.

- Bueno, aunque no me refería a eso exactamente con la pregunta. Esta bien, me lo merezco, supongo que no tengo derecho a preguntar por su vida personal, ¿no?

- Exactamente, o más bien puedes preguntar, pero yo no te voy a responder, es mi hermana, por mucho que tú seas uno de mis mejores amigos.

- Ya, ya... entonces, cambiando de tema, ¿cómo es su nuevo disco? ¿lo has escuchado?

- ¿Y tú como sabes que tiene nuevo disco?

- Porque lo oí el otro día en la disquera, por lo visto se ha vuelto a negar a que lo lancen, todo el mundo lo estaba comentando por los pasillos. Dicen que es la única artista que logra imponer su criterio a los directivos, aunque no sé ni porqué me sorprende – terminó Alfred con una sonrisa en la boca, y los ojos brillantes de admiración. Siempre le había gustado esa parte de Amaia, ella era capaz de imponer su opinión cuando estaba convencida de que era lo correcto, y le daba igual quien estuviese enfrente, defendía su posición hasta que era aceptada. Ojalá él hubiese tenido esa determinación cuando le proponían añadir más y más conciertos a su gira sin descanso, distanciándolo de su casa y de los que más quería.

- Sí, ya, bueno... - comenzó un Roi dubitativo de cómo decirle a su amigo lo que pensaba, sin que se sintiera mal, hasta que al final, respiró hondo, y soltó sin contemplaciones - el disco es increíble, pero increíble de verdad, si lo escucharas te volverías a enamorar, pero... ella no está conforme, cree que le falta algo, y pues... ya sabes como es, hasta que no sea perfecto para Amaia, no lo va a sacar.

- Seguro que es otra joya musical como el primero, y... no creo que necesite escucharlo para volverme a enamorar – replicó Alfred con mirada pícara dejándole entrever a su amigo sus sentimiento.

- Quizás, si os sentaseis a hablar... – le animo Roi, que conocía lo que había sufrido Alfred, cuando lo habían dejado, y aún queriéndola.

- Puede ser, pero... me da miedo hablarle, y decirle que me equivoqué, que fui un tonto egoísta. Sabes, a veces me encantaría echar el tiempo atrás – dijo en un suspiro Alfred.

- Ya tio, pero eso no se puede, asi que... - le dijo Roi, mientras cogía su bebida y se giraba para regresar al interior de la casa, dónde todos seguían de fiesta - solo queda caminar hacia delante, y en tu caso, centrarte para sacar el mejor cuarto disco de la vida de Alfred.

- Bueno sería el séptimo... - le corrigió entre risas.

- Bueno, bueno...

- Pero entiendo lo que me quieres decir, y por eso, estaba pensando en llamar a Manu, y hacer una sesión con él, para ver si me puede ayudar a salir de este bloqueo.

- Papá Manu, es una gran opción – terminó Roi, pensando y sabiendo que en realidad, a quién él debería pedir ayuda es a la persona a la que jamás se la pediría, la misma que era dueña de su corazón desde hacía 6 años.

La magia de la melodía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora