Capitulo 23.1

2.8K 165 18
                                    


El horrible sonido del despertador avisó a Amaia que tenía que levantarse. Apartando las mantas, salió de la cama para lavarse la cara y espabilarse un poco, de lo contrario podría caerse rodando por las escaleras al no verlas. Abriendo el grifo, se echó agua y se frotó los ojos. "¡Fantástico!... parezco un zombie con estas ojeras... ni todo el maquillaje del mundo podrán arreglarlo"pensó viendo en el espejo los surcos oscuros que rodeaban sus ojos, consecuencia de otra noche en vela.

Había llegado a su casa después de salir del estudio, dónde esperó casi una hora, después de que Alfred se fuera, para asegurarse de no encontrárselo. Había picado algo de la nevera al llegar a casa y se había acostado. Durante la noche había visto pasar todas las horas del reloj, incapaz de conciliar el sueño. La canción de Alfred seguía repiqueando en sus oídos, y cada vez que cerraba los ojos lo veía allí junto al piano besándola intensamente, o ahí tumbado junto a ella en la cama acariciando su cintura por debajo de la camiseta del pijama, subiendo sus expertos y trabajados dedos de guitarrista por su contorno hasta llegar a su cuello, donde se perdía entre besos tras la oreja y susurros de letras.

Se preparó un café fuerte y una tostada para tener energías para el día que le esperaba. Entrando en la ducha oyó sonar su teléfono, pero lo ignoró y dejó que el agua corriera por su cuerpo relajándola. Después de vestirse y ponerse un poco de base para cubrir las ojeras sin éxito, subió a su coche para salir de su casa dónde se encontró esperándola una nube de reporteros. Los flashes de los fotógrafos la recibieron cuando salió a la calle. Poniendo la mejor de sus sonrisas sin entender el motivo del revuelo y su presencia a las puertas de su casa, Amaia activó el manos libres para llamar a su hermano, mientras avanzaba con el coche, dejando atrás a los periodistas.

— ¡¿Amaia?! – sonó la voz de Javier por los altavoces del coche - ¿por qué no me cogiste? ¿dónde estas? – le preguntó sin darle tiempo a su hermana a pronunciar palabra.

— Saliendo de mi casa en coche... - comenzó a explicarle Amaia mientras veía por el retrovisor cómo los periodistas iban despareciendo en la lejanía - Javier... hay un montón de reporteros en mi puerta, ¿qué ha pasado? – le preguntó agobiada después de la situación vivida.

— ¡Ay! Por eso te llamaba... para avisarte... – Amaia se peleaba con la impaciencia que le producía conducir entre el tráfico de la mañana de Madrid mientras prestaba atención a las palabras de su hermano.

— ¡¿Avisarme de qué?! – soltó Amaia mientras Javier escuchaba como se colaba el sonido del claxon por el auricular.

— Tranquilízate un poco, ¿si? – la intentó relajar su hermano antes de darle la información que su impaciente hermana estaba esperando – Te llame para avisarte que... han salido unas fotos de Alfred entrando en tu casa a altas horas de la noche, y saliendo al día siguiente por la mañana con otra ropa... que por cierto, creo que es mía.

— ¡Mierda! – Con la impresión de verlo empapado por la lluvia, parado frente a su puerta, había tardado una eternidad en reaccionar, y se le habían olvidado por completo el par de fotógrafos que en las últimas semanas, tras las fotografías publicadas con Dani, acampaban cerca de su casa. – Pero... y por eso todo este revuelo, ¿por unas fotos? – preguntó. Las fotos no podían ser muy graves, simplemente lo había dejado entrar y a la mañana siguiente se había ido. No había nada de malo en eso, al final eran amigos. Lo que ocurrió entre ellos quedó escondido entre las paredes de su salón. Pero conociendo a la prensa Amaia podía imaginar los titulares.

— Sí... por eso... y porque también hay fotos de Dani saliendo minutos antes que Alfred y entrando a la mañana siguiente a tu casa... ya te podrás imaginar...

La magia de la melodía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora