Dejé la puerta abierta para dejar que mi mamá pase, y fui directo a la habitación. Su voz me interrumpió.
–¿Está bien si comemos ensalada? –preguntó dulcemente. Sabía que yo no estaba bien, y por eso, agradecía lo considerada que era.
–Estaría bien –susurré sin muchos ánimos.
Y con la mirada gacha en el piso, conté las baldosas que iba atravesando hasta llegar a mi habitación. Solté el bolso de danza, mientras iba sacándome el short, la remera, la malla negra y el can can rosado que cubría mis piernas a la vez que quitaba con la otra mano los invisibles de mi rodete. Envolví una toalla en mi cuerpo, agarré mi pijama y ropa interior para entrar al baño y poder darme la esperada ducha.
Comíamos en silencio; y era algo incómodo, para decir verdad. Ninguna de las dos intentó hablar o por lo menos, entablar una amistosa conversación como casi siempre lo hacíamos; no sabía si era por el hecho de que yo estaba mal, o que ella no quería molestarme ni hacerme sentir mal o simplemente estaba metida en su mente. Pero no podía hacer que ella también se sienta mal por mí, ¿a qué madre le gustaría ver a su hija sin una pizca de felicidad a pesar de que lo tenía todo? Bueno… casi todo.
–¿Cómo fue tu día? –pregunté, luego de suspirar. La miré mientras metía un pedacito de tomate en mi boca.
–Muy bien. No tuve mucho trabajo. ¿Y tú, cariño? –devolvió la pregunta, con una linda sonrisa.
Me encogí de hombros, preguntándome como me sentía de verdad.
–Hoy no es mi día, definitivamente –y a medias, sonreí.
–Vamos, nena… el día ya termina, exactamente en… –miró su reloj, un lindo reloj femenino que colgaba de su muñeca, regalo de Scooter, su novio –una hora y media.
Metió un pedazo de lechuga a la boca mientras me miraba. Obligué a sonreír mientras asentía con la cabeza.
–Muy cierto.
De repente, se puso seria, mirando y fijando la vista en mis ojos. Por un momento me pregunté si estaba intentando escarbar entre mis pensamientos.
–Nunca dejes que un chico te detenga –dijo sabiamente. Y yo sabía que en cierta parte, esa frase era para ella también; quizás, ella recordó lo mal que se sintió cuando papá se alejó de casa con mi hermana, y aunque son casos totalmente distintos, ella estuvo deprimida por casi un año entero en culpa de ese hombre que le robó todo.
–Mamá… ¿por qué crees que Justin empezó a comportarse así? –pregunté, casi susurrando. Rompí la conexión entre sus ojos y los míos para ver mi plato por la mitad de ensalada.
Ella pareció pensarlo un segundo. Y con su típica voz suave, dijo:
–Quizás, sólo se cansó. A veces, la gente necesita un respiro, y él más… ya sabes, vive trabajando –fruncí el ceño.
–¿Y qué tiene que ver el que trabaje siempre y conmigo? –pregunté desconcertada.
Silencio.
–Mira _______... no debería decirte esto. Pero, escuché una conversación de Justin y Scooter antes de ayer, estaban discutiendo. –Hizo otra pausa, algo larga a mi parecer – Justin le decía que él quería dejar de ser un niño, y Scooter le gritó que con sus actitudes demostraba que lo era. Entonces, creo que Scooter le dijo que era un inmaduro y que no valoraba lo que tenía; y eso lo enfureció, le dijo que no lo necesitaba y que no necesitaba a nadie para sobrevivir y que todos usaban su fama.
La miré atónita.
¿Él pensaba que yo usaba su fama? ¿Por qué me interesaría tener fama? Lo irónico a esto, es que yo lo que menos le pedía era ser mostrada con él, y siempre le rogaba que no suba nada mío ni nuestro a sus redes sociales porque no quería tener más odio que el que algunas Beliebers tenían hacia mí. Siendo sincera, amaría que él no sea famoso de verdad, pero después de todo, lo conocí gracias a esto.
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NEVER SAY NEVER
FanfictionPRIMERA PARTE: A veces… cuesta mantenerse fuerte, creer en los sueños y creer en ti. Sobre todo, cuando la gente que te rodea, se esfuerza en hacerte pensar y recordar todos las “fantasías” que supuestamente… nunca se cumplirán. En vez de reforzarte...