Cap 40

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Suspiré dejando que el aire se escape de mis pulmones. 

–Entonces… si yo no viajo contigo… –lo miré a los ojos, sintiendo mi rostro frío– ¿Me olvidarás? –pregunté.

Esperó. 

Pensó.

Frunció el ceño. Chasqueó la lengua. Levantó las cejas y pronunció:

–¿Qué acabas de decir? –fue como un chillido, de los que no estaba acostumbrada a escuchar de su parte; antes de que pueda contestar, volvió a hablar–. Te has vuelto loca, definitivamente. 

Negó con la cabeza, pareciendo indignado. Apartó la vista de mis ojos y siguió con su cena. Quise hacer lo mismo, pero ya no tenía apetito. 

–A veces pienso de que todos me confunden con un muñeco sin sentimientos. 

Dejé la bandeja sobre la mesa, aun con las manos temblorosas. 

–Incluso tú –completó. 

Un puñal en el pecho sentí. 

–Yo... yo sólo... –tartamudeé, evitando cualquier contacto con sus ojos. Justin me interrumpió. 

–¿No confías en mí? –preguntó dolido. 

Bien, lo único que estaba logrando, es apartarlo aún más. 

–¡Claro que sí! –exclamé, decidiéndome a ver sus preocupados y cansados ojos castaños. 

Pareció dudar. 

–Sólo tengo miedo a perderte –murmuré con la voz tan baja, que quizás él no haya oído. 

Baje la mirada hacia mis manos entrelazadas arriba de mis piernas. 

Sentí su cuerpo retorcerse incómodamente sobre el sofá, y me sorprendió el sentir sus brazos abrazando de costado mi cuerpo. 

Un lugar cerca de mi corazón, encendió su lamparita con felicidad. 

–Siempre juntos –dijo, haciéndome girar la cabeza para que pueda besar mi frente –. Siempre. 

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Mañana. 

Mañana empezaban los viajes del tour de Justin. 

Y aquí estábamos, esperando que todo el Team Bieber llegue a la casa gigante de Justin, donde nosotros yacíamos tirados en el salón de videojuegos jugando un juego de carreras de autos. 

Habíamos pasado toda la tarde juntos, hablando de tantas cosas que no podía recordar con exactitud sobre qué, acompañándolo al estudio –donde me mostró dos canciones nuevas (Love me like you do y Make you believe) que me hicieron enloquecer– y yendo a sus ensayos de baile, en donde me aprendí la coreografía de Beauty and a Beat. Fue todo un día productivo, y me sorprendía ver a Justin tan activo y emocionado, después del cansancio y obligaciones, eran cosas que amaba. 

Bufé cansada cuando un “Game over” apareció en la pantalla; Justin me venía ganando por seis veces seguidas, mientras yo solo tuve victoria en una, y sospecho que él me dejó ganar por diversión. 

–¡Eres un tramposo! –chillé. Le tendí el joystick a Ryan Butler, algo molesta y con brusquedad –¡No es gracioso! –caminé a grandes zancadas hasta la puerta, di vuelta y los vi observándome carcajeando; les saqué la lengua infantilmente, y seguí mi camino hacia el living de la gran casa de Justin. 

Cada vez que venía a esta maldita mansión, me perdía. Todo era extremadamente lujoso y grande, que no me sentía cómoda. Yo prefería nuestro pequeño departamento, cálido y común, con ese sofá que era mi vida, y esa cama gigante para mí sola. Excepto los viernes. 

NEVER SAY NEVERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora