Cap 31

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–¿Hola? –preguntó su dulce voz. Mierda, como la extrañaba. 

–¿Qué no está bien? –pregunté ahora yo, sin evitar que mi voz suene desesperada.

–¿Qué no qué? – habló confundida, su voz sonó triste, demasiado mal. Entonces suspiré.

–¿Estás bien? –pregunté en su mismo tono. 

Silenció. 

–No importa… –susurró.

–Sí me importa.

–No, no te importa –de un segundo al otro, cambió su tono de voz. –Si te importaría, estarías aquí, ¿no? –preguntó retóricamente. 

Cerré los ojos y apoyé la cabeza sobre la almohada, pesadamente. 

–Sí, pero… –me interrumpió. 

–¿Estuve cuando más me necesitaste? –preguntó, y por un momento, pensé que estaba llorando.

–Claro que sí.

–¿Entonces por qué no estas ahora conmigo? –volvió a preguntar con la voz ahogada. 

Estaba llorando. 

Mi _______ estaba llorando. 

Nuevamente, quise golpearme. Ella se merecía tantas cosas, y yo ninguna le daba; estaba a kilómetros de ella, no estuve en sus noches de pesadillas, y hace unos días, la traté de la peor manera posible de tratar a tu mejor amiga. 

–¿Qué sucede, ______? –y antes de que me dé cuenta, ya estaba vistiéndome. 

–Recién me, recién me encontré con… –ella se cortó; su respiración era pesada, y sus quejidos se volvieron cada vez más constantes.

–_____, tranquila… –susurré. Pero ella siguió llorando.

Mi corazón estaba rompiéndose lentamente. 

–No, ella no… –volvió a cortarse por las lágrimas.

Anhelaba estar ahí, con ella, para abrazarla tanto que nos quedemos sin aire. Necesitaba ayudarla.

–Todo estará bien… lo prometo.

Había juntado todas mis cosas a tiempo record; logré tomarme una pastilla para la jaqueca, y luego de pagar el hotel, fui al aeropuerto en un taxi que con el taxista, negocié por cincuenta dólares más si manejara más rápido que lo común para llegar. Entonces, tomé el primer avión a Nueva York; se trataba de un avión de tercera clase, donde los asientos eran tan incómodos como sentarse sobre una roca. Para colmo, alado mío, estaba una señora con sobrepeso que me miraba como si estaba admirando a una hamburguesa. Pero ______ lo valía. Ella lo era todo. 

Llegué, y ni siquiera al aterrizar me asusté, simplemente mi mente estaba en otra parte. Me había puesto la capucha de mi campera exagerada para el calor que hacía y mis lentes de sol. Cuando bajé del avión, había unas cuantas Beliebers, que pasé por su lado y para mi suerte, no se dieron cuenta. Sólo preguntaban casi gritando: “¿Dónde está Justin?”; me sentí una mierda. Pero ______.

Volví a tomar un taxi para ir a la casa de mi mejor amiga, y luego de cargar con todas las valijas, partimos. Eran alrededor de las 8 pm; veía por la ventanilla como las personas recién salían de sus trabajos y vestían ropa de verano por el calor de primavera, sólo yo era el anormal que tenía una chaqueta que me hacía sudar como un cerdo. Cuando llegamos, le pagué lo correspondiente, y al parecer me reconoció porque me pidió un autógrafo para su hija.

Le toqué el timbre a Petite como cinco veces, y cuando él gritó “Ya voy”, dejé de hacerlo. Estaba nervioso y preocupado; no quería que _____ haga alguna locura. Cinco minutos después, estaba casi preguntándole a gritos a Petite si vio entrar a ______. Él dijo que no pasó por allí en ningún momento, ni buscó su llave. Entonces me despedí de él, y cuando intenté llamarla a su celular, se me cortaba la llamada porque ella lo tenía apagado. 

Mierda. Mierda. Mierda. 

Conociéndola, tenía cuatro opciones: ir a danza, su casa, la mía o… el parque enfrente de danza. Danza no tenía hoy; su casa no estaba; la mía seguramente no, porque quedaba bastante lejos y estaba furiosa conmigo y… el parque era la más cercana opción, que si no estaba allí, me daba por muerto. 

Acomodé mis lentes, la capucha, y volví a salir a la calle agradeciendo que era de noche y nadie me reconocía todavía. Paré otro taxi, el tercero en un día, y le ordené ir a donde ella hacía danza. Tardó más de lo habitual por una estúpida manifestación; y yo estaba tan nervioso que tenía ganas de bajarme, gritarles a esos idiotas que me dejen pasar y seguir buscando a ______. Aproveché esos minutos que nos quedamos varados, para entrar a twitter y ver las noticias. Para mi suerte, nadie se había enterado de mí; para mi mala suerte, nada nuevo de donde estaba ______. Entonces el taxista siguió conduciendo hasta que llegamos; le pedí que espere unos segundos para ver si la “persona que buscaba estaba allí”; me bajé del auto casi corriendo. Fui hacia la puerta que me daba adentro del estudio… todo negro; di media vuelta y miré la banca que ella siempre estaba… ahora vacía. Miré el parque enfrente, que a ella le gustaba tanto, donde muchas personas salían con sus perros a correr y hablaban entre ellas, pero ninguna era ella; sin importarme, yo crucé corriendo la calle, y empecé a recorrer el parque rápidamente, buscando a _____ por lugares que siempre estaba. 

Pero no la encontraba, y me vi obligado a decirle al taxista que siga su camino. Pero volví al parque; intenté llamarla otra vez, pero tampoco contestó. Y estaba empezando a desesperarme aún más; mi cuerpo estaba todo sudado y los nervios me hacían temblar.

–¿Dónde estás? –susurré luego del pip, donde me anunciaba que el mensaje estaba siendo grabado en la llamada. 

Volví a recorrer el pequeño parque corriendo, hasta que me detuve en seco. El sonido del celular de ______; estaba sonando su celular. Seguí a mi oído instintivamente, hasta que la vi. Pequeña, llorando contra el tronco de un árbol y teniendo el celular en sus manos que sonaba sin parar; sus quejidos eran silenciosos, sólo algunos audibles. Se veía tan pequeña sentada en el piso con la espalda en el tronco, que mi corazón se hinchó de repente. 

Sin dudarlo, empecé a correr lo poco que quedaba de nosotros, y la abracé, levantándola del piso, sin importarme nada.

NEVER SAY NEVERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora