Cap 41

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–No voy al tour contigo –sentencié con la voz temblorosa. 

Pareció como si su sonrisa rápidamente, iba desapareciendo. 

–¿Qué? –preguntó. 

No supe si se trataba por problema de su oído, o era retóricamente. 

Abandoné los ojos de Justin, para mirar a un Scooter concentrado en nuestra conversación. 

–¿No irás? –preguntó mi padrastro. 

Tomé aire, ignorando la mirada de Justin. 

–No puedo hacerlo. 

Al volver a ver a Justin, lo vi quieto, inmóvil mirándome. Me asusté un poco, luego recordé que era Justin, y debía calmarme. Seguido a eso, el arrastro su silla para atrás, haciendo rechinarla contra el piso; varias personas se dieron vuelta a observar qué sucedía, pero pareció no importarle. Dejó los cubiertos en la mesa con un golpe seco, y su mirada casi me gritó. 

–Acompáñame. 

Pero yo no quería acompañarlo. Una discusión iba a iniciar. 

–No quiero. 

El tomo mi muñeca sin que pueda reclamar, y como una niña pequeña, me hizo levantar de la mesa, dejándome en ridículo en frente de todos sus amigos. 

–¡Justin! –exclamo mi mamá frunciendo el ceño. 

La mire y le hice un gesto que significaba que no importaba. 

Entonces, él empezó a caminar en grandes zancadas, que eran suficientes largas para mis cortas piernas. No soltaba mis muñecas, y aunque dolía un poco, no le tomé importancia; estaba lo suficiente concentrada en sobre qué cosas decirle. 

Abrió una puerta, la puerta de la habitación donde siempre yo me he adueñado. Me hizo pasar con rapidez, y la cerro a sus espaldas con un portazo que hizo cerrar mis ojos con fuerza. Al abrirlos, un Justin rojo de enojo estaba frente a mí. 

Me asuste porque él nunca se enojaba conmigo. No de esta forma. 

Lo esquivé yendo hacia la cama, ordenándome internamente el parecer tranquila. Pero mis piernas parecían flan, temblando sin poder evitarlo. 

Me senté en la punta de la cama, temerosa de mirarlo a los ojos. 

–¿Cómo se te ocurre no ir? ¿Es confirmado que te has vuelto loca? –gritó furioso. 

Y yo sentí mi columna vertebral temblar como hoja, al compás de mis piernas. 

–___________, ¿estás haciendo esto apropósito? ¿Te burlas de mí, acaso? ¿Esto es una broma? 

Ay, sentí ganas inmensas de gritar. Pero no lo hice. 

–No te entiendo, ¡No te entiendo, __________! Un día dices que iras, y al otro ya no. Estoy cansado, y lo único que necesito, es tu apoyo, ¡Pero, al parecer, ya ni te importa! 

<<Justin, no. De verdad me importas, más que nada>>. 

Sus ojos me miraban furiosos y a la vez, tristes, y me sentí tan malditamente culpable. 

–Te doy todo lo que puedo, y cuando te necesito nunca estas. 

Eso dolió. 

Oh, eso dolió como el infierno. 

Recordé cuando yo también le dije eso, un día, por teléfono hace no tanto tiempo. Lo había dicho sin pensar, pero sabía que a ambos nos dolía muchísimo el escuchar eso de nuestras bocas. Ahora, la que recibía el mayor impacto… fui yo. 

NEVER SAY NEVERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora