Cap 34

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Esperé unos segundos. Pero Justin quedó quieto, sin palabras.

–Entonces… ¿ella está aquí? –preguntó después de un momento, y a juzgar por su tono de voz, preocupado.

Pestañé tranquilamente, y suspiré. 

–¿No te parece obvio? 

–Claro, digo… sí –Respondió–, pero me parece muy raro. ¿Tu mamá sabe esto? –automáticamente negué con la cabeza. 

–Estuve toda la noche aquí, no le pude contar nada… y no pienso hacerlo. 

Él arrugó la frente, y me miró con una mirada acusadora. 

–Deberías hacerlo, ______. Mira si sucede algo… 

–Oh, Justin, embarazada va a hacer algo, sí –dije sarcásticamente, luego viré los ojos –No seas tonto.

Se encogió de hombros.

–Sólo te estoy advirtiendo; tu mamá debe saberlo… –lo interrumpí. 

–Ella no sabrá nada, porque tiene demasiadas cosas en su cabeza para joderla con algo más –Alcé las cejas, un poco enfadada –Amanda no va a hacer nada, porque está embarazada, y estaba influenciada por mi padre. ¿Dónde está mi papá? –Ladeé la cabeza, sonriendo con sorna –Exacto… en la cárcel. 

Y seguido de eso, retiré su brazo de mi cintura, las mantas de mi cuerpo, y salí de la cama con pasos apresurados y enojados. Justo cuando entré a la cocina, escuché como Justin gritó desde la pieza:

–¡¿Qué sucede contigo?! 

–¡Me vino! –Grité enojada –¡Deja de molestarme! 

Oí como bufaba y en respuesta rodé los ojos abriendo la heladera. Dios, odiaba que me moleste, y justo en estos días. 

–¡Tengo hambre! –gritó de nuevo. Tomé leche y cereales de un almacenador.

–¡Mueve el culo y cocínate algo! –Respondí histérica–Tonto… –susurré. Entonces, él apareció en bóxer por la cocina. –¡Justin! –chillé tapándome los ojos. 

–Te escuché, tonta. 

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Esa tarde, exactamente a las 6 pm, estaba en danza colocándome las puntas con tranquilidad; intentaba seriamente en que mis cintas no se desprendan de la zapatilla izquierda, porque había olvidado totalmente coserlas y mis pies dependían de un solo hilo, literalmente pero de verdad literal. 

–¡______! –gritó Helena, llamándome la atención. Me paré del suelo, y en puntas fui caminando hacia ella. 

–¿Sí? –pregunté luego de darle dos besos en sus mejillas. 

–Te estamos esperando para ensayar. 

Asentí con la cabeza, divisando a lo lejos a Jeremy saludándome con la mano. Sonreí hacia él, y le devolví el saludo. 

Me moví hasta el centro del escenario, viendo a todo el cuerpo de baile detrás, empezando con sus papeles secundarios. El pianista me dirigió una mirada, a lo que yo respondí con un asentimiento de cabeza; luego repitió su gesto con Helena, y ella me miró a mí. 

–¿Todos listos? –preguntó levantando la voz. 

Me coloqué en mi posición e inmediatamente, empezó la delicada música transmitida por el piano, y yo no tuve más remedio que empezar a bailar. 

Cuando salí del instituto, eran las 9.30 de la noche. Del cielo se veían minúsculas estrellas que desaparecían por las nubes grises del cielo. Suspiré respirando aire fresco, sintiendo como el viento chocaba contra mi frente sudorosa; pasé mis manos por la piel de mis brazos intentando calmar el frío que sentía, y de verdad era estúpida por traer una remera –que me quedaba gigante, ya que era de Justin–, con una babucha con diseños raros –también de Justin–, y un gorro con tachas... –también, de… bueno, también de Justin. Las zapatillas que tenía puestas, eran Supras, que en definitiva, eran mías pero mi mejor amigo me las regaló hace unas semanas atrás. Creo que el juntarme con él está haciendo que mi imagen exterior se vea mucho menos femenina que lo que soy; pero me gustaba, y estaba vestida así porque me gustaba, no porque él lo hacía. 

A veces, nos preguntan si nos compramos la misma ropa por diversión, pero la realidad es que… cuando yo me compro algo, –ya que mamá nunca me acompaña a comprar ropa, porque tengo gustos que ella no los acepta–, Justin lo ama, y se lo compra o se lo manda a hacer en talle masculino. Y la verdad, no me molesta, siempre y cuando él me “preste” sus gorras que siempre terminan siendo mías, porque las amo inmensamente. 

Alguien vino de atrás, agarrándome de las caderas y levantándome del suelo obligándome a hacer una pose de bailarina en el aire. Ambos, Jeremy y yo, reímos mientras Jennifer se adelantaba corriendo para tomarnos una foto con su celular. 

–¡Oh, son tan lindos! –Gritó ella emocionada, junto con Amanda, -no mi hermana, mi compañera de danza-.

Cuando me bajó, hice un gran esfuerzo en no sonrojarme… y creo que no lo logré, ya que Jere rio tontamente. Acomodé un mechón de mi cabello que se encontraba fuera de mi rodete, y lo miré sonriente.

–¿Cansado? –me burlé, al ver como su camiseta blanca se pegada a su pecho por la transpiración.

La verdad, es que nos habían matado en el ensayo. 

–Yo nunca me canso –me dirigió una sonrisa arrogante, que en realidad, se lo veía tierno. 

Reí. 

–Si tú lo dices… –me encogí de hombros, sonriendo. 

–¡Oh, bésala ya, hombre! –exclamó Amanda, a la vez que chocaba los cinco con Jennifer. 

–¡Oh, están locas! –exclamé yo de la misma forma que ella. Ambas rieron, y observé como Jeremy negaba con la cabeza mirándolas. 

–Bueno, bueno –volví a mirarlas, y Jennifer rodaba los ojos –, nos vamos. 

Seguido a eso, tomó a su amiga del antebrazo y salieron casi corriendo de ahí, gritando cosas sin sentido y antes de que doblen por la calle, gritaron al unísono, dándose vuelta:

“–¡Usen condón!”

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Miré cada rincón del lugar en el que estábamos. Era lindo. 

En las paredes, los grafitis se destacaban con colores llamativos y dibujos extraños que quedaban genial. Había poca luz, pero muchas ventanas que hacían ver con bastante claridad; y la música de un irreconocible rapero se oía por los parlantes situados en diferentes lugares del espacioso salón. Miré como Jeremy hablaba unas cuantas palabras con las personas que había en el lugar, dando indicaciones. 

Según los pocos datos que me había dado él en el camino hasta aquí, se trataba de que él era una especie de profesor de hip hop para adolescentes adictos a la droga, ayudándolos a olvidar ese vicio. La mayoría de los chicos parecían tener nuestra edad, aunque había unos que aparentaban quizás más de veinte. De todas formas, me sentía emocionada por verlos bailar.

–¿Listos? Hoy traje a una amiga… –lo interrumpió un alto morocho de repente. 

–¿Amigos? –rieron todos cuando lo vieron hacer una seña, incluso yo. 

Jeremy me miró rodando los ojos; quizás, ellos y Jennifer y Amanda se lleven bien. 

–Sí, Erick, amigos –enfatizó él. Tiró el control remoto del estéreo por los aires, y con una facilidad sorprendente, lo atrapó con sus manos luego de que el objeto diera varias vueltas –Deberíamos impresionarla… –dijo él, sonriendo mirando a sus alumnos. Todos asintieron con la cabeza, y luego de que Jeremy apretara un botón del control remoto, el rap fue cambiado por un excéntrico ritmo de hip hop. 

NEVER SAY NEVERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora