Capítulo 18

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-Si hemos esperado dos días por ti, podremos esperar unas cuantas horas más - me dice mi hermano por teléfono mientras yo me paseo nervioso por la sala de espera del hospital -. Asegúrate de que DK está bien antes de venirte.

Aunque estoy deseando volar a casa de mis padres para estar con mi familia y enterrar a mi padre todos juntos, no puedo abandonar a DK a su suerte. Sé que, a pesar de las circunstancias, mi familia lo entiende y no querría otra cosa, pero no por ello me siento mejor. Es bien cierto que cuando las cosas se complican, se complican de verdad.

-En cuanto hable con él, saldré hacia ahí - le prometo.

-Mamá ahora está descansando - me asegura -. Le vendrá bien. No tienes por qué apresurarte. 

-Necesitará de todas sus fuerzas en el entierro - asiento aunque no pueda verme - ¿Cómo está?

-Destrozada.

-Como todos - añado yo con pena.

-Como todos - repite en un susurro.

-¿Cómo lo llevas tú? - mi padre, junto a Theresa, fue el pilar en el que mi hermano se apoyó cuando perdió la pierna. Gracias a ellos dos, fue capaz de admitir que tenía un problema y que necesitaba ayuda para solucionarlo. Esto no ha de ser fácil para él.

-Haz lo que debes, Mali - evita mi pregunta - y ven en cuanto DK esté bien.

-Tú y yo hablaremos cuando todo se haya calmado - le digo antes de colgar.

El médico viene hacia mí y me pueden mis ganas de hablar con DK. Durante el vuelo de regreso a casa le subió tanto la fiebre que, por un momento, temí por él. Me acordé de mi hermano y de cómo su odisea comenzó también de ese modo. La herida de DK no parecía tan grave como para tener que amputar la pierna, pero uno nunca puede estar completamente seguro hasta que sale del hospital con el alta en la mano.

-Ya está en la habitación - me informa el hombre -. Puedes pasar a verle, pero no debe forzarse demasiado. Todavía está débil por la pérdida de sangre y la fiebre alta que sufrió en el vuelo. Aunque le hemos hecho una transfusión, tardará un tiempo en recuperarse del todo.

-Solo serán unos minutos, doctor. Se lo prometo.

-Bien - asiente.

-La pierna... - ni siquiera me atrevo a preguntar.

-Hemos extraído la bala y cerrado la herida. Necesitará reposo, pero se recuperará al 100%.

-Gracias, doctor.

Entro en la habitación y lo veo recostado en la cama, con los ojos cerrados. El pitido regular de sus constantes es música para mis oídos y sonrío aliviado, aunque todavía no me atrevo a acercarme a él. Si está descansando, no quiero molestarlo.

-¿Vas a quedarte en la puerta observándome como un gilipollas o vas a entrar? - ni siquiera abre  los ojos, pero lo veo sonreír.

-Tenía que comprobar que sigues conservando tus habilidades - busco una silla y la coloco a su lado para sentarme.

-Me han quitado una bala de la pierna - me mira con los ojos entrecerrados -. No me han practicado una lobotomía.

-Uno nunca sabe - sonrío. Bromear con él sienta bien después de verlo sudar en frío y desvariar durante horas.

-Que te jodan, Simmons - me señala -. Pasas demasiado tiempo con Fisher.

-Tal vez tengas razón - rasco mi barbilla -. Debería salir más contigo.

-¿Me estás llamando aburrido? - trata de golpearme, pero estoy fuera de su alcance y no puedo evitar reírme cuando su puño baila en el aire -. Cabrón. Aprovéchate de mí ahora que estoy postrado en una cama porque después me las cobraré todas juntas.

Tara (Saga SEAL 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora