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Klaus cuidaba a Anya como si se tratara de un tesoro.

La rutina comenzaba con ella despertando y él de inmediato corría como fiel sirviente a bañarla para quitarle toda la sangre de la noche, mientras que las personas que había contratado para hacer la limpieza de toda la sangre.

Él dormía con ella cada noche, por eso los dos despertaban cubiertos de sangre. A Klaus no le molestaba, a Anya le avergonzaba, pero no podía decírselo porque seguía atorada en su cuerpo.

Tenía que ducharse con ella porque los baños seguían siendo molestos, el agua se tornaba roja al poco tiempo de acomodar a Anya ahí. Pero a Klaus no le molestaba quitarse la ropa, quitársela a ella y sujetarla mientras el agua les quitaba la sangre de la noche. Luego él se encargaba de secarla y cubrirla con una toalla.

Seguía vestirse. Cuando salían del baño no había nadie en la habitación que viera la desnudez de los dos. Klaus dejaba a Anya cubierta por la toalla sobre la cama sin importarle que la cubriera de sangre de nuevo.

Él se vestía, viéndola a los ojos siempre. Los ojos marrones de Anya seguían siendo brillantes y llenos de luz inocente a pesar de su estado de miseria, aunque en ocasiones esos ojos brillaban con deseo, pero él no podía hacerlo porque Anya estaba embarazada y no sentiría nada.

Cuando Klaus vestía a Anya lo hacía con ropas amplias que pedía comprar para ella, esas prendas resistían más tiempo la caída de sangre que las ajustadas. Para Klaus era un pesar tener que vestirla con ropas tan amplias porque él deseaba verla con prendas ajustadas que le marcaran en vientre.

Su vientre... El vientre de Anya crecía cada día más de una manera anormal, tanto que parecía poder dar a luz en cualquier momento. A Klaus le daba calma que Lucifer estuviera igual que Anya.

Aunque confirmaba que las dos quedaron embarazadas al mismo tiempo.

El cepillado la primera vez que cuidó de Anya era su parte favorita de cuidarla, se encargaba de pasar el cepillo con cuidado por cada mechón para que estuviera libre de nudos y deseaba nunca terminar. Esta vez odiaba ese trabajo porque para cepillarla tenía que estar tras ella, lo cual le daba una vista de cómo las ropas se le llenaban de sangre, por eso quería siempre terminar rápido o incluso pedirle a Hayley que lo hiciera.

Seguía el desayuno, el híbrido notó que, si le daba comida no sólida a Anya, ella se sentía más calmada porque no sentía el miedo de ahogarse y cortarle el aire a la bebé, así que Klaus hacia el trabajo de licuar su comida y dársela de un vaso.

Él se encargaba de que Anya no tuviera que moverse y así atenderla para que nada malo le pasara porque ella podía llegar a tener espasmos y lastimarse a ella o al bebé sin querer.

Cualquiera que lo viera se sentiría sorprendido, pero para el híbrido era algo natural, algo que brotaba de su corazón y quería hacerlo todo por ella.

Seguía pasar el día y él lo hacía leyendo para Anya, todo menos cosas religiosas. Había caído en cuenta de que, si existía El Diablo y Dios, pero El Diablo era una mujer embarazada y enamorada y Dios le arrancó las alas a su novia. Antes no sentía nada por la religión, desde entonces le odiaba.

Anya y él habían ideado una especie de comunicación sin palabras: si Anya pestañeaba dos veces seguidas era "si" y tres eran "no". Cuando ella quería un abrazo solo extendía los brazos hacia él, cuando quería un beso fruncía los labios y Klaus la besaba.

Y cuando la bebé se movía, ella le parpadea a muchas veces, como coqueteando y él entendía que debía colocar la mano en su vientre para sentirlo.

Fallen Angel {Klaus Mikaelson}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora