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—Ya puedes soltarme. —Pidió Anya en voz baja.

—¿Quieres que te suelte? —Preguntó Klaus sin soltarla.

Habían pasado horas y no se habían levantado siquiera del suelo.

Las horas pasaron entre Anya despierta y gritando e inconsciente y retorciéndose, pero Klaus en ningún momento la soltó.

—La verdad no quiero. —Contestó Anya con honestidad. Estaba hecha un ovillo en los brazos del híbrido, pero él le impedía apretarse el vientre con las piernas. —Pero el estar así me lástima la espalda más. —Esas simples palabras hicieron que los brazos de Klaus cayeran a los lados del cuerpo de Anya.

El dolor abrazador se fue hacía un par de minutos, pero Anya no lograba decidir si se disminuyó o si simplemente se acostumbró a la quemazón de fuego. Los brazos de Klaus le lastimaban, pero no dijo nada porque ¡Lo sentía de nuevo! Lo sentía no como un sentimiento interno, al fin lo sentía de nuevo físicamente, sentía su calor, sus fuertes manos, su pecho, todo.

Lástima que esas manos al sujetarla la lastimaban.

Anya se levantó del regazo de él y suspiró, podía caminar, mover las manos a voluntad, ser una persona normal.

Se llevó las manos al vientre y suspiró, quería a su hija más que a nada y podía acariciarla sin correr el riesgo de golpearla.

Klaus sonrió viendo a Anya acariciarse el vientre, pero esa sonrisa desapareció cuando ella levantó la mirada y al fin lo vio a los ojos. Anya... Su Dulce Ángel tenía unas ojeras enormes y oscuras bajo los ojos y esas ojeras cubrían un par de bolsas de piel, las mejillas ya no tenían ese color rosa de antes, estaban pálidas como el resto de su rostro y para empeorar, parecía que mientras gritaba había terminado en los huesos su rostro.

Lo único que quedaba de ella era el brillo en los ojos, el brillo inocente y puro seguía ahí a pesar de todo lo que había pasado.

Pero Anya no tenía tiempo para verse en un espejo o sentirse mal por ella misma, debía decirle a su hija que la quería y disculparse por todas las cosas que le hizo y dijo cuando estaba en ese momento que la volvió totalmente insensible.

—Te amo, hija... —Jadeó Anya y las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, Klaus vio sus lágrimas y ya no daban la ilusión de ser doradas al salir, eran lágrimas normales. —Lo siento... Sabes que lo siento, no era yo, estaba mal y... —Klaus se levantó del suelo y se acercó a Anya, pero ella retrocedió con las manos aún en su vientre. —Mi angelito, sabes que te amo ¿No?

—Lo sabe. —Aseguró Klaus colocando sus manos también en el vientre de Anya, estaba tan grande que ni las cuatro manos juntas lograban cubrirlo por completo. —Estoy seguro de que lo sabe.

Anya levantó la mirada a Klaus y él trató de sonreír, estaba feliz de que Anya hubiera reaccionado, pero le entristecía el dolor por el que pasó y su rostro demacrado se lo recordaba. Anya vio en los ojos de Klaus su dolor... Debía de verse horrible para que la viera de esa forma.

Pero para Klaus no se veía horrible. Él la cuidó cuando era un bebé, cuando era una chica inocente que no conocía el mundo, cuando era una insensible que le odiaba, cuando fue un bebé sangriento y cuando chillaba de dolor y suplicaba la muerte; en todos esos momentos la vio hermosa ¿Por qué en ese momento sería diferente?

—Te amo. —Soltó el híbrido y Anya sintió su corazón acelerándose. Lo dijo con tal fluidez y... Ella al fin estaba en condiciones de responderle.

—Repítelo. —Pidió Anya. En esas semanas, incluyendo su etapa insensible, Klaus le dijo muchas veces "te amo", tantas veces que cualquiera se aburriría, pero Anya no. Ella quería que repitiera las palabras porque entonces si estaba en condiciones de disfrutarlas y corresponderlas.

Fallen Angel {Klaus Mikaelson}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora