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—Klaus, estoy bien. —Recalcó Anya una vez más, pero en su usual tono dulce. El híbrido bajó la mirada hacia ella, ya no tenía la piel escocida, pero seguía un poco roja. —Cariño, te prometo que estamos bien, ya nos podemos levantar.

Luego del gran quemón del agua, Klaus se sentó en la cama para cuidar de Anya, evitando dejarla sola o dejar de observarla. Él vio su piel pasar de las llagas a los verdugones y por último estar solo roja, como una quemadura normal de sol.

A Anya le dolió de una forma terrible, tanto que por varios minutos deseó estar muerta y tener algo de misericordia, pero el que Klaus se tomara la molestia de cubrirla de bálsamo a pesar de saber que se curaría con tiempo le ayudó un poco, luego se quedó junto a ella a verla y esperar que se curara.

—Desearía que te quedaras en cama por lo menos un día. —Pidió Klaus en voz baja y Anya ladeó la cabeza. —Apenas despertaste, necesitas descansar. —Klaus señaló el vientre de Anya, donde su hija continuaba creciendo, pero la piel estaba tan roja ahí que le dio miedo tocarla, ni se había atrevido a vestirla y era... Simplemente hermosa, aunque estuviera roja, era una visión perfecta y embarazada, incluso así deseó correr a pintarla. —Que las dos descansen.

—Puedes tocarla. —Anya sabía que él temía tocarla por miedo a lastimarla, pero ella ya estaba lastimada, tenía dos enormes cicatrices en la espalda que le dolían de una manera mortal. —No me vas a lastimar. —El híbrido no se movió y Anya decidió tomarle la mano y colocarla sobre su vientre, la bebé dio un salto al sentir a su padre y Klaus sintió encantado. —Me siento mejor cuando me tocas.

Klaus cerró los ojos un segundo, luego se recostó junto a Anya, cuidando de no tocarla demasiado, pero si dejando su mano descansar delicadamente sobre su vientre abultado.

Anya guardó silencio, dejando que él disfrutara el momento y ella también se dedicó a respirar la calma de aquel instante libre de problemas, porque sabía que no duraría mucho.

Si, Anya sentía el desgarrador dolor en la espalda, sentía como su carne parecía temblar y desear abrirse más, como los músculos se tensaban, dando la ilusión de que en cualquier momento se romperían y harían un desastre mayor, incluso podía jurar que sentía la sangre fluir por sus venas, pero al llegar a su espalda se coagulaba, estancándose ahí e incluso acumulándose. Cada sensación de por si era una tortura por separado, pero juntas eran... no había forma de describir aquello.

Y Anya las soportaba sin decir nada porque era feliz, porque el poder sentir el cuerpo de Klaus contra el suyo, disfrutar su calor, incluso poder tener su presencia era un deleite y lo disfrutaba, más de lo que sufría.

También estaba el hecho de que la bebé estaba en su interior, moviéndose. Siempre la sintió, pero al principio no la toleraba y luego, pues... No podía ni acariciarse el vientre por miedo a tener un espasmo y lastimarla.

No había disfrutado de su embarazo como las mujeres normales lo hacían y Klaus se dedicó a cuidarla, tampoco lo disfrutó.

Anya sintió que merecía ese momento, que Klaus también merecía tenerlo y disfrutar de algo tan banal como hablarle a la bebé que descansa en su vientre esperando a salir.

Pero, la vida para ellos no era fácil.

—Hay una revuelta de los ángeles que bajaron. —Recordó Anya y Klaus gruñó en voz baja. Ninguno de los dos supo cuánto tiempo pasó, pero tuvo que ser mucho porque el híbrido terminó acurrucado contra Anya, ella recostada de medio lado y, lo que más obvio hacia el paso del tiempo, la piel de Anya había vuelto a su blancura original. —Debo ir... —Anya era abnegada y dulce, anteponía las necesidades de otros a las suyas y si, había muchas necesidades.

Fallen Angel {Klaus Mikaelson}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora