Capítulo 9: El Indistinguible Pasado.

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"Qué bueno que por fin puedas recordarme Kiro, ahora queda unir las piezas, ¡vamos!" dijo la misma niña, en medio de una habitación en blanco junto a Kiro, quien lo tomaba del brazo y lo jalaba mientras Kiro cada vez más se hacía más joven por cada paso que daba. "¿Vas a contarme la historia desde el día que nos conocimos?" Dijo una suave voz masculina en el fondo, mientras que otra voz femenina entre un tono entrecortado, respondía: "Sí... Desde el día en que nos conocimos".

Anju: – Todo empezó desde ese día en el que te encontré... Solo, y sufriendo. Tratabas de ocultar ese dolor, con la diversión, y amor que tú mismo te dabas... –

La historia se remontó a la niñez de Anju y Kiro, siendo Anju quién protagonizaba aquel recuerdo. La niña traía puesto una camisa blanca de botones manga larga, tirantes negros y una larga falda de color índigo y franjas negras en horizontal, acompañado de unas largas medias café y zapatillas negras, ah sí, y un colgante con un zafiro.

La infanta se hallaba merodeando en el interior de un bosque a la par de las hojas que descendían de éstos a causa del viento, mientras sujetaba una canasta llena de coloridas flores. En eso de estar de exploración por el bosque, se detuvo al ver a un niño cubierto con una capa negra, no paraba de correr con los brazos abiertos; esto llamó su atención y por ello, se acercó con cautela hacia el chico.

El niño, repentinamente se había tropezado con un árbol y cayó al suelo, por alguna razón, no quebró en llanto, sino más bien todo lo contrario, se echó a reír con buen aspecto divertido. Anju, se inclinó repentinamente al estar frente a este, preguntando si estaba bien, causando que el pequeño Kiro, se levantara de golpe, muy sorprendido.

Kiro: – ¡O-Oye! ¡No tan cerca! – Exclamó alterado, mientras se quitaba la capucha de la capa que traía encima.

Anju: – He, perdona, me pareció raro verte aquí solo. ¿Qué estabas haciendo? – Preguntó la joven mientras lo miraba con una cálida sonrisa.

Kiro: – Um... Bueno, jugaba a que era un guerrero, ¡y esta es mi capa mágica! – Dijo mientras tomaba el gran harapo con ambas manos y extendía sus brazos, enseñándole la capa mientras sonreía. – ¡Puede resistir cualquier ataque! –

Anju: La joven, enarcó una ceja algo confusa, y luego soltaría una pequeña risa. – Oh, ya veo, ¿puedo jugar contigo? –

Kiro: – Pues... Necesitarías tener un objeto mágico, y además, no creo que tus papás no te dejen jugar conmigo. – Bajó un poco la mirada tras aquel comentario.

Anju: – ¿Papás? – Dijo algo pensativa, hasta que reaccionó segundos después. – ¡Oh! Claro, no te preocupes, ellos me dejarán jugar contigo. – Aclaró, sonriendo tiernamente.

Kiro: – ¿Uh?¡Genial! – Su ánimo se elevó de un segundo para otro, y con una actitud hiperactiva, se subió a una gran roca. – Tú podrías ser... Emm... ¡Ya sé! ¡La maga que sana las heridas del guerrero! ¿Te gusta? –

Anju: – Mm... ¡Hmm! – Asintió con la cabeza, mientras sonreía.

Anju: – Estuvimos jugando toda la tarde, y pasaron las horas hasta que nos cansamos. Nos sentamos a hablar de cualquier cosa, era agradable estar contigo, pero... La mirada de las otras personas me inquietaba, a pesar de que ellos, sólo te veían a ti. –

La joven de pelo castaño, miraba confusa a las personas que pasaban por allí, la mayoría traían niños con los que los adultos les susurraban algo mientras miraban a Kiro con una expresión para nada agradable.

Kiro: – Uh... ¿Estás bien? – Preguntó con preocupación a su contraria.

Anju: – ¿Mm? Eh... ¡Sí! Sí, estoy bien. – Respondió al azabache sonriente. – ¿Sabes? Se me acaba de ocurrir algo. ¿Dónde está mi canasta? – Comenzó a buscar su cesta llena de flores con la mirada.

Heart of a DevilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora