Durante todo el transcurso de su vida, Brooklyn Stilinski jamás había creído tener algo de especial. Con el peso de la escuela sobre sus hombros y un trabajo de medio tiempo en una cafetería, siempre creyó que era una chica más del montón con la úni...
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Lydia fue la primera en tomar asiento una vez que llegamos al campo de lacrosse, los chicos nuevos sentándose juntos a su lado izquierdo mientras que yo me senté a su lado derecho. Desvié la mirada hacia el campo en busca de Jackson, concentrándome en los números escritos en las camisetas.
—No puedo seguir sentado. Toda mi vida estuve al margen. Esta temporada voy a ser titular —declaró Scott.
Dirigí la mirada hacia el lugar de donde provenía su voz, sonriéndole y saludándolo cuando lo vi mirar sobre su hombro en dirección a las bancas una vez que comenzó a caminar hacia el campo, saludándome también.
— ¡McCall! —le gritó el entrenador Finstock, atrayendo la atención del moreno.
— ¿Sí?
—Vas a la portería —indicó, lanzándole el palo largo junto al casco.
—Nunca he jugado —le recordó Scott, un tanto desconcertado.
—Eso ya lo sé. Los chicos se van a animar si hacen goles. Es por el primer día. ¡Les da energía, los alienta!
— ¿Y qué hay de mí?
—Cuídate la cara —aconsejó sin mucha importancia, dándole una cachetada antes de girarse hacia el campo—. ¡Vamos! ¡Andando!
Scott se colocó el casco y tomó el palo entre sus manos, corriendo y colocándose en la portería mientras el resto de los jugadores hacían una fila para tirar. Torcí los labios y arrugué la nariz en una mueca, sintiéndome mal por él.
Durante el tiempo que llevaba siendo amiga de Jackson, había aprendido mucho del lacrosse e incluso soy buena en el deporte, así que soy consciente de que ser portero es el peor y más cruel puesto del mundo entero para los novatos.
— ¿Quién es él? —preguntó Allison, mirándolo con curiosidad.
— ¿Él? No estoy muy segura —admitió Lydia.
—Su nombre es Scott McCall —informé, mirando a la pelinegra.
— ¿Por qué? —inquirió Parker, confundido, frunciendo el ceño.
—Está en nuestra clase de inglés —explicó sencillamente, meneando la cabeza para restarle importancia.
—Ah, el chico raro del bolígrafo —soltó él, reconociéndolo.
Centré mi atención en el campo, ignorando la pequeña discusión que mantenían a un lado y viendo a Scott llevarse ambas manos a los costados de la cabeza, sacudiéndose cuando el árbitro sonó su silbato. El primer chico en la fila tiró y la primera pelota quedó atrapada en las rejillas del casco de Scott, empujándolo hacia atrás por la fuerza del impacto.
— ¡Vaya forma de atajar con la cara, McCall!
Blanqueé los ojos al escuchar el grito proveniente de alguno de los chicos formados para tirar, viendo a Scott recomponerse y moverse en su lugar, preparándose para el siguiente tiro. El siguiente chico en la fila tiró y Scott, de manera asombrosa, atajó la pelota.
