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TRECE AÑOS

Un uno más un tres, sí, la edad que había cumplido una semana antes. En la misma última semana para acabar las clases del orfanato y tener las esperadas vacaciones, a pesar de quedarnos ahí encerrados y salir alguna que otra vez para "divertirnos", si es que se podía llamar así, claro. Llevaba dos semanas seguidas antes de esa estudiando para los típicos exámenes que se nos hacían porque, incluso siendo un orfanato, podías repetir curso en referencia a los estudios, cosa que claramente no quería. Es más, quería todo lo contrario.

Pero había salido bien parada, no con las mejores notas de toda la clase, pero sí con unas que conseguían relajarme y colocar una sonrisa en mi cara, junto con el buen humor que rápidamente crecía en mí, o al menos antes de tener que ver a aquel chico de sonrisa parecida a la de los conejos.

Jungkook definitivamente había dejado de ser mi amigo en esos dos años que pasaron tras su caída en la piscina, lo que me seguía atormentando, apenando, y, de cierta forma, alegrando, pues Hee-Sook se había ido hace un año. Una persona que me hacía sufrir menos, pero gané a otra que me lo haría con más intensidad que la chica. No tardé en descubrirlo.

Por suerte llevaba bastantes días sin verle, desde mi cumpleaños.

Trotaba por los pasillos con dirección a mi habitación tras haber terminado la última clase de ese curso. La felicidad rebosaba por mi organismo y yo únicamente podía pensar en la tranquilidad que iba a tener cada día si me pasaba el tiempo encerrada en mi cuarto, saliendo de ella para lo básico: ir al baño, ducharme, comer y esas cosas... Sin ver muchas veces a Jungkook, eso es lo que más quería.

Pero aquel día fue la bomba que estalló en mi cabeza para traerme a lo que era mi triste realidad; me di cuenta de lo que me esperaba al lado de ese chico, ya que, por mucho que yo quisiese escapar, no podía, estaba atrapada incluso en la distancia. Todo lo bueno que podía haber tenido con él se disipó mucho más rápido de lo que las cosas positivas habían aparecido, y no supe con claridad si eso era cosa del destino. Que me gritaba que mi lugar en ese sitio era estar sola hasta irme lejos.

Al estar en mi zona de confort, abrí mi armario y saqué mis cosas de baño —las que eran iguales para cada persona internada allí—, coloqué todo en una pequeña cesta que me llevaba y salí con dirección al lugar nombrado, para ducharme y prepararme para la fiesta que se celebraba siempre el último día de clases.

En ella se servía el té, dulces y luego había un pequeño discurso por parte de la directora, el cual para mí se hacía el mismo año tras año, solo que cambiando las palabras pero comentando exactamente el mismo tema. Acababa hablando de las reformaciones que tendría el centro, las cuales luego no se apreciaban, porque no se hacían.

Odiaba que nos mintiese; si no se van a hacer no prometas cosas imposibles por tu parte. Pero claro, me quejaba de las mentiras de otros cuando muy pronto yo también estaría diciendo para cubrir a alguien que solo me atemorizaba. Más bien por esa razón era la protección que le ofrecía... O simplemente, que me había enamorado de él de una forma enferma hasta dejar de pensar que todo lo que me hacia era sin malas intenciones y porque me quería, como tantas veces decía. Patrañas creíbles para mí en ese entonces.

¿Cómo pude caer tan fácilmente con unas palabras?

Puede que porque aún no era consciente de la totalidad de las cosas.

Puede que porque me gustaba, todo de él.

O puede que porque me manipulaba a su antojo y el lo nombró «amor», cuando en verdad era dolor, sufrimiento y mentiras.

𝗢𝗥𝗣𝗛𝗔𝗡𝗔𝗚𝗘 ♡ [Lizkook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora