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La puerta detrás de mí se cerró lenta y casi automáticamente cuando solté el manillar, lista para correr, si hacía falta, a los baños y bañar mi cara con el agua del grifo, o incluso posiblemente vomitar.

Definitivamente, que nos pusieran películas de terror antiguas en clase de literatura era una de las cosas que más aborrecía. Se apuntaba en la misma lista en la que estaban las clases en la biblioteca.

A pesar de haber visto mi propia sangre muchas veces a causa de las palizas que me llevaba de pequeña, en aquellas películas era todo más explícito, y encima con sustos repentinos añadidos que hacían a mis vellos erizarse y a los escalofríos apoderarse de mi cuerpo. Y, para colmo, no tenía a Ro para que me distrajese como en cada clase que me tocaba con ella.

La había dejado de lado después de todo eso del pequeño triángulo amoroso que se había creado en poco tiempo, y me sentía como una de las mayores basuras del mundo.

A todo esto, sumarle que, al final, aquella sensación de que me iba a poner mala se cumplió. Estaba con un resfriado de ya tres días; sentía que mi alma podía dejar mi cuerpo cada vez que dormía al sentir tanta paz por descansar tras un día ajetreado, pues, con tal constipado, todo se me hacía más costoso.

Con mi mano temblando por el malestar, conseguí abrir la puerta y pasar con pasos minúsculos y de hormiga. Me acerqué hasta uno de los lavabos y abrí la llave del agua fría, quedándome por unos segundos embobada con la cascada de líquido transparente que me llamaba a gritos por esparcir a lo largo de mi pálida cara. Eso hice; sumergí mis manos, acumulando un poco y acercándolo hasta mi rostro para calmarme un poco. Funcionó, pues mi respiración se había calmado y ya no sentía que de un momento a otro me desplomaría allí.

Odiaba que una película me produjese eso.

Cerré el grifo de un golpe seco, suspirando con pesadez y pasando mis dedos pulgar e índice a lo largo del puente de la nariz y las cejas.

Al parecer todo lo que estaba ocurriendo en mi vida me estaba sobrepasando y acabando con mi fuerza por seguir en pie para llegar al resultado que yo quería y no tal vez el que necesitaba.

Un jadeo más parecido a un grito medio ahogado salió de mí cuando alcé la cabeza y vi a Jungkook en el reflejo del espejo, mirándome con seriedad y sus manos guardadas en sus bolsillos.

¿Es qué siempre tiene que aparecer así?

—¿Qué haces aquí? —pregunté, pero, antes de que me diera una respuesta, yo ya estaba dando la mía—. Si es para molestarme como siempre haces no me interesa, Kookie. No estoy de humor.

—¿Molestarte? No creo que cuando te follo te moleste mucho la verdad —respondió secamente, sacando una mano y gesticulando con ella.

—Me da igual. Estoy cansada y mala, así que te pediría que me dejases en paz, por favor —eché mi flequillo hacia atrás mientras avanzaba hasta él, más concretamente la puerta—. Mejor... Aléjate de mí, por favor.

Ni le reclamé estar en el baño de las chicas. No haría nada de nada hacerlo. Solo me limité a cerrar los ojos y en volver a la clase, rezando internamente porque se acabara lo más rápido posible. Era un suplicio.

Antes de llegar a mi destino, como ya me esperaba, agarró mi brazo bruscamente y me pegó a él.

—¿Qué cojones te pasa? ¿Qué es eso de que me aleje de ti? ¿Eh? —su ceño parecía querer reventar y notaba que apretaba su mandíbula con muchísima fuerza.

—Te voy a pegar el resfriado.

—Me la suda. Responde.

Le miré con dureza y le empujé aunque me faltasen fuerzas.

𝗢𝗥𝗣𝗛𝗔𝗡𝗔𝗚𝗘 ♡ [Lizkook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora