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—¡Serán zorras! No entiendo cómo narices existe gente tan mala en este sitio de mierda, de verdad. Bueno, y fuera de él estoy segura de que no mejora —exclamó Ro, agarrando su zumo y dándole un sorbo, totalmente indignada.

—Lo sé —asentí lentamente con la cabeza—. Hoy no me esperes para ir a las habitaciones, sigo teniendo castigo. ¿Puedes creer que incluso nos ha sumado un día más?

Y ahora la indignada era yo, y bueno, ella no lo había dejado muy de lado.

—Agh, ¿esa también está demente o qué? En serio, ¿qué le pasa a la gente aquí? —el sonido que se oyó cuando dejó el zumo de regreso en la mesa, alertó a unas cuantas personas que estaban con nosotras en el espacio abierto, conocido como patio.

—Lo sé, pero bueno, da igual. Lo dejaré pasar como todo —sabía que esa respuesta no podía ser más estúpida, pero me lo decía a mí misma para relajarme y metalizarme con tal de no pasar de todo y ni reconocerme.

—No, no da igual. Tú déjame a mí que hablaré con esa estirada.

—¿Qué te hace pensar que con todos los antecedentes que tienes aquí te va a creer así porque sí? —tuve que preguntar, porque era verdad. Hasta posiblemente ella misma podría perfectamente dudar de lo que decía con las de veces que ocultaba la verdad. Al menos a personas externas a nuestra amistad, claro.

—Es verdad —bufó por lo bajo, haciéndome reír un poco—. A veces no es bueno esto de ser una cabrona.

—Créeme, me doy cuenta cada vez que te veo quejarte, pero luego vuelves a joder a alguien, al fin y al cabo, así que... —me centré en intentar arrancar una astilla de la madera de la mesa, la cual estaba hecha un asco, aunque nosotras, a pesar de eso, no es que nos quejásemos mucho, porque perfectamente podíamos irnos a otro sitio, mejor e igual de solitario como nosotras.

Estábamos en el desayuno, asemejando el día intenso de clases que nos esperaba, como casi todas las mañanas. El viento se elevaba rápidamente, así que estábamos envueltas en nuestros abrigos. Sí, el mío ese manchado, del que tenía planes de lavar más tarde ese mismo día. Limpiar por el castigo no me iba a impedir esforzarme en hacerlo con una de mis pocas prendas de vestir que tenía muy al alcance en mi armario.

—He oído que la profesora de gimnasia nos quiere hacer dentro de poco un examen físico para crear dos equipos de baloncesto y participar en concursos que organiza el alcalde a las afueras, en el estadio vacío —comentó al acabarse la bebida.

A veces me resultaba muy poco creíble que consiguiera tanta información en tan poco tiempo, pero luego caía en que se pasaba más el tiempo fuera de las clases que en ellas, pudiendo escuchar a través de las puertas como cotilla, o curiosa, que así se decía a sí misma, intentando creérselo.

—Sí, pues cómo no me caiga un milagro del cielo, ese examen lo voy a tener más que suspenso —alcé la mirada, pudiendo ver que ella ahora estaba entretenida dibujando en su libreta de matemáticas por lo que pude ver.

—Bah, la de gimnasia siempre es buena y comprensiva. Hasta puede que lo retrase para que participes y apruebes. No la veo tan mala.

—Espero...

El baloncesto no se me daba relativamente mal. Antes de tener a Ro a mi lado, solía jugar con la típica pelota naranja en el gimnasio del orfanato. Yo sola, pero centrándome más detalladamente en conseguir mejorar, que era una de mis metas en cada cosa que hacía: ir subiendo de nivel poco a poco. Ya sabía que en mis rodillas quedaban pequeñas señales de esas costras que se habían caído después de que yo lo hiciese al intentar hacer nuevos tiros. Por eso mismo, la idea de llevar falda no me hacía mucha gracia. Aceptaría si tuviese pantalón para las chicas el uniforme, pero no. Aunque con el paso de poco tiempo y viendo que la gente seguía criticando por las mismas tonterías, comenzaba a ignorar y a centrarme en lo que de verdad me importaba: mi amistad y estudios.

𝗢𝗥𝗣𝗛𝗔𝗡𝗔𝗚𝗘 ♡ [Lizkook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora