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SIETE AÑOS

Al final resultó ser que me habían cosido la herida que Hee-sook me había provocado, solo que estaba tan sumamente sumida en mis pensamientos y en el dolor que sentía, que ni me percaté de aquella cicatriz. Todo gracias a Jungkook, quien fue que me lo dijo.

Habían pasado dos semanas de ese accidente, cuando, mientras estaba junto a mis compañeros en el patio, esperando a la profesora de gimnasia, el adorable niño caminó hasta nosotros, dando unos ligeros saltitos y teniendo una leve sonrisa en su pequeña boca. La profesora se estaba retrasando más de lo común, pero conseguimos entender el porqué cuando la vimos aparecer con una carretilla un tanto desgastada de las ruedas, la cual estaba llena de bolsas de cartón, lo que significaba una sola cosa: fresas.

En determinados días de ciertos meses, los escasos profesores del centro iban a recolectar y a comprarnos esas muy rojizas fresas, recompensándonos por nuestros esfuerzos en el lugar, y para alegrarnos de vez en cuando, ya que aún, con esa edad, no nos podían sacar mucho.

—Bien... Niñas, niños, haced la fila de siempre, por favor —paró la carretilla—. En orden, soldaditos —todos reímos ante aquello.

Tardé unos cuantos minutos en conseguir la bolsa. Se me hicieron verdaderamente pesados, pues ansiaba tener los frescos alimentos en mi paladar, saboreándolos. Cogí la primera fresa y le di un gran bocado, dejando la zona verdosa apartada de mi boca.

Oí un lamento tras eso.

—¡Oh, Jungkook, cielo, no sabes cuánto lo siento! —exclamó la profesora, poniendo cara de horror y llevando sus manos a su pecho, manteniéndolas ahí.

El recién nombrado bajó la cabeza, como si estuviese decepcionado. Pude escuchar un sollozo.

—No... No pasa nada. Ya comeré fresas la próxima vez —limpió una lágrima rebelde que caía por su perfecta piel y sonrío, aunque noté que no era una sonrisa del todo cierta, pues el brillo de sus ojos seguía apagado a comparación con la primera vez que le vi.

Sin poder seguir viendo cómo más lágrimas descendían por su bonita cara, me acerqué a los dos y toqué el hombro de Jungkook.

—Puedes comer conmigo si quieres. No me molesta —intenté ser amable.

—¿Q-Qué? —hipó.

—Que podemos compartir mis fresas.

—¡¿De verdad?! —chilló sorprendido, consiguiendo que ese brillo que solo había visto una sola vez, regresase.

—Sí —extendí mis manos junto a la bolsa—. Come las que quieras.

—¡Muchas gracias! —metió una de sus indefensas manos y sacó el alimento, llevándoselo con rapidez la boca y tirando a una papelera el resto del fruto que no iba a comer. Repetí su acción para no tener que sostenerlo todo el rato.

¿Para qué quería las hojas de una fresa? Exacto, para nada.

La profesora apoyó sus manos en mis hombros y me sonrió abiertamente.

—Gracias, por eso, Lalisa —revolvió mi pelo y fue a atender a otros niños que la habían llamado.

Enfoqué de nuevo mi vista en Jungkook, quien tenía fuertemente agarrada la bolsa mientras devoraba las fresas, manchando las comisuras de su boca y su barbilla. Incluso estaba gracioso así.

—Veo que te gustan mucho —pellizqué mis dedos, era mi manía cuando estaba verdaderamente nerviosa—. Encantada, soy Larisa, pero puedes llamarme Lisa.

—Jungkook u placé —habló con la boca llena, haciéndome reír levemente al ver sus mejillas como si fuera una pequeña ardilla.

Una ardilla muy mona.

𝗢𝗥𝗣𝗛𝗔𝗡𝗔𝗚𝗘 ♡ [Lizkook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora