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Aquel pijama que me iba a poner, por supuesto que fue suplantado. Unos pantalones negros se apretaban a mis delgadas piernas, y una camiseta simple blanca adornaba a conjunto con mi abrigo. Solo había una diferencia en mi rostro en comparación a otras veces. Me había puesto un poco de máscara de pestañas, haciendo que se vieran más largas y espesas; un colorete rosado me hacía parecer más tierna y el pintalabios rojo que le robé a Ro le daba un ligero toque travieso y rebelde.

—Grita lo más fuerte que puedas si te hace algo, Lisa —avisó mi amiga, sujetándome fuertemente por los hombros y pegándome al suelo como si tuviese pegamento en las suelas—. Desgárrate la garganta si hace la mínima cosa sospechosa.

—Que sí... Me lo llevas diciendo desde que he comenzado a vestirme —recriminé, sabiendo que llevaba la razón en la conversación.

—Es que no entiendo para qué te arreglas tanto quedando con él —señaló la puerta y luego me zarandeó.

—Pues porque pocas veces puedo arreglarme en el orfanato. Por no decirte nunca —de cierta forma era verdad y de la otra más que mentira.

Quería verme guapa para Jungkook, y creo que se me podía notar a la perfección incluso si decía que le odiaba; o por lo menos mi amiga era uno de los tantos que no lo notaban.

—Vale, eso es verdad. ¡Pero hazme caso en lo de gritar! —elevó la mano cuando agarré la manilla de la puerta, respondiéndole con un "sí" rápido, cerrando la puerta a mis espaldas y suspirando cuando vi a mi perdición al final del solitario pasillo, apoyado en la pared naranja.

Cuando llegué a su lado, me escaneó con una sonrisa subidita de tono y me agarró la cintura delicadamente, besando mi coronilla y después agacharse, depositando un suave y cálido beso en los labios. Aquellos que parecían prometer tanto sin decir nada.

—Estás preciosa, así que no tiembles tanto —con una risa más parecida a un suspiro de gracia, me agarró de la mano y tiró de mí mientras yo sentía la rojez habitar en mis mejillas, aumentando el tono del colorete a uno carmesí claro.

Llegamos al recibidor del hotel, el cual pasamos de largo después de recibir una sonrisa de la mujer tras el mostrador.

—¿No nos regañará y se lo contará a la directora? Eso de que nos deje ha sido raro —acabé hablando mientras mi cuerpo andaba por sí solo.

—Deja a esa pesada de lado y céntrate en mí que voy a ser la única persona a la que vas a aguantar esta noche —me miró por un momento antes de alcanzar la calle que daba a la ciudad—. Además, te sorprenderías de lo que es capaz la gente por unos míseros billetes.

Estaba claro que no me hacía falta indagar mucho para saber que había sobornado a la señora de amarillenta sonrisa. Pero había algo que no acababa de comprender.

—¿De dónde has sacado el dinero?

—¿Qué mas da? La cuestión es que podemos estar un rato a solas, ¿no? —bajó el ritmo, empezando a trotar y luego a caminar relajadamente, sin necesidad de que nuestros corazones se saliesen junto a los pulmones. Al menos los míos, claro.

No objeté nada más, solo continué callada hasta que paramos frente a un cartel luminoso en el que ponía "DOAS", del cual no encontré significado alguno con solo ver el nombre, en mayúsculas y con un rojo neón que embriagaba a la gente con solo mirarlo, ganándose la atención de todo aquel que pasaba por delante.

—¿Tiene algún significado el nombre del sitio? —le pregunté acerca del acrónimo a mi alto compañero, sin poder sorprenderme si me decía que no. Pero en verdad sí lo supo y eso fue lo que me hizo abrir los ojos un poco más de lo común.

𝗢𝗥𝗣𝗛𝗔𝗡𝗔𝗚𝗘 ♡ [Lizkook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora