4. ERES TÚ

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Amaia y Alfred llevaban casi toda la semana durmiendo separados, a priori todo iba bien... sin contar las ojeras de los niños y el pacto de silencio que parecían haber adoptado con sus padres.


Era domingo por la mañana y Javiera y María Jesús estaban hablando de sus cosas mientras preparaban la carne para la barbacoa.

Habían dejado a los niños jugando dentro de casa pero no les preocupaba demasiado, ya que siempre habían demostrado que eran bastante responsables.

Llegó la hora de comer y Javiera entró a buscar a Amaia y Alfred. Empezó buscando por el salón, la cocina, la habitación del niño... no los encontraba por ninguna parte. Asustada volvió a salir al jardín y alertó a los demás sobre la desaparición de los niños.

Entraron todos a buscarles otra vez, pero a pesar que gritaban sus nombres nadie les respondía.

María Jesús intentó tranquilizar a los demás, ya que los niños no habían podido salir de casa, la puerta estaba cerrada y Alfred aún no llegaba a coger las llaves.

Después de un rato buscando, Javiera los encontró acurrucados, y profundamente dormidos, dentro del armario de Alfred. Estaban cubiertos por varias mantas de dibujos y apenas se les veía la cabeza.

- No sé cómo no se han ahogado con todas esas mantas... - Refunfuñó Javiera mientras destapaba a los niños y salía a avisar a los demás de que ya los había encontrado.



Decidieron dejarles dormir, ya que sabían que habían pasado unas noches bastante malas y necesitaban descansar.

- Deberíamos haber cortado esta tontería de dormir juntos desde el primer día. - Murmuró Ángel. - Pero no, vamos a darle libertad a los niños... ¿Y ahora qué?

- Bueno, no pasa nada Ángel... además, Alfred tenía razón el otro día... no hacen nada malo, no sé porque tenemos que prohibirles algo que les hace felices. - Contestó Javiera alzando el tono de voz.

- ¡Por qué no es normal que un niño y una niña duerman juntos! ¿Qué pasará cuando sean más mayores? ¿Vamos a mirar a un lado y dejarles dormir juntos tras una puerta cerrada?

Javiera se levantó enfadada de la silla.

- ¿Y si fueran dos niños? ¿O dos niñas? ¿Te preocuparía tanto entonces? Estás siendo un troglodita, Ángel. Por mí ya pueden volver a dormir juntos. Todos habéis visto sus caritas esta semana... además, estoy harta de que mi hija me mire mal. ¡Tiene tres años! Nunca me habría imaginado que se pudiera tener tanto carácter a esa edad...

Los cuatro adultos tenían lágrimas en los ojos, se estaban peleando por una tontería.

En ese momento llamaron al timbre. María Jesús se levantó para abrir la puerta y a los cinco minutos volvió a salir al jardín con una sonrisa forzada.

- ¡Mira quien ha venido a jugar! ¡Además se va a quedar a dormir y todo!

María Jesús les explicó que la madre de Mimi se había puesto de parto y que le había pedido el favor de quedarse con la niña hasta el día siguiente.

Javiera, Ángel y Alfredo se miraron entre ellos, esa noche iban a conocer el terremoto que podía llegar a causar una niña de tres años.



Mimi se entretuvo jugando con la cocinita que tenía Alfred en el jardín mientras los adultos conversaban en susurros sentados en los sofás de la terraza.

Ya no puedo inventarloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora