23. DE LA NEBLINA DEL AYER

2.7K 121 49
                                    

Amaia estaba sentada con Miriam en los sofás del local al que solían salir casi todos los fines de semana. Observaba como Alfred hacía el tonto en la pista de baile con Ana, mientras Nil discutía acaloradamente con Roi tomándose una cerveza en la barra.

- ¿Qué tal el reencuentro? Aunque, por el pedrusco nuevo que veo en tu dedo, no pudo ir muy mal. - Sonrió Miriam.

- Que no te engañe el anillo, el reencuentro fue una mierda. - Suspiró Amaia. - Y además, creo que fue mi culpa... aunque se la eché a Alfred. A ver, en parte es su culpa por romper nuestro pacto... pero claro, la situación era extraña.

- Amiga, no me estoy enterando de nada. ¿Os peleasteis solo llegar?

Amaia cogió su copa y le dio un par de sorbos antes de continuar hablando.

- Lo primero que vio Alfred al entrar en casa fue a Roi saliendo de nuestra habitación en ropa interior.

- ¿QUÉ? - Gritó Miriam. - ¿Qué coño has hecho Amaia? ¿No te advertí sobre Roi? ¿Encima va el angelito de tu marido y te perdona? Eres increíble tía... no puedo creer que no me escucharas, es más, no puedo creer que se te ocurriera liarte con el paleto de Roi teniendo al tesoro de Alfred.

- ¡Que no me he liado con Roi, joder! ¿Por qué pensáis todos lo mismo? - Exclamó Amaia.

Miriam se acomodó en el asiento para ver mejor la cara de su amiga y cogió aire.

- Para empezar porque ese tío ha ido detrás tuyo desde que te conoció, te lo dije, quería tema. No sabes el asco que daba algunas veces mirándote el culo. - Dijo Miriam con una mueca de disgusto. - Para seguir, porque también te dije que no te lo metieras en casa, podría haberse ido a un hotel o a casa de su tío mientras le pintaban el piso. Y para acabar, estuviste una semana entera llamándome todas las noches antes de irte a dormir porque te sentías sola... tal vez al final buscaste compañía.

- ¿Qué compañía, Miriam? La única compañía que quería era la de Alfred... si hubiese estado tan desesperada por calor humano me habría metido en la cama entre Pablo y tu. - Intentó bromear Amaia.

- Sinceramente, no me está haciendo ninguna gracia. Ya sabes que ante todo soy tu amiga... pero no me parece nada bien que le hagas daño a Alfred, si ese chico estuviera más enamorado de tí, explotaría.

Amaia bajó la cabeza y empezó a pasarse las manos por los muslos nerviosa.

- Nunca le haría daño a Alfred queriendo... tienes que saber eso. Parece que no me conozcáis últimamente.

- Pues, la verdad, durante este mes ha habido días en los que he pensado que no te conocía. Intenté avisarte varias veces, pero eres una cabezota, eso no lo cambias.

- ¿Avisarme de que? No he hecho nada malo. - Dijo Amaia irritada.

- Desde que llegó Roi has estado pegada a él como una lapa, comíais juntos, salíais de copas juntos, hasta hacíais la maldita compra juntos. Tener un amigo no es malo, Amaia, pero tú no tenías una relación de amigos con Roi, lo usaste de flotador. Alfred se fue y llegó él, la persona perfecta para que no te hundieras... gracioso, músico, amable... Aunque si permites mi opinión, ni es tan buen músico, ni tan amable... y lo de gracioso es discutible.


Alfred se acercó hasta las chicas y cogió la copa de Amaia.

- Hace un calor impresionante. ¿No queréis salir a bailar? - Preguntó animado.

Las dos chicas le miraron sin decir nada, hasta que Miriam negó con la cabeza y le dijo a Alfred que estaban teniendo una conversación muy importante.

Ya no puedo inventarloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora