7. HAY PECADOS COMPARTIDOS

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Amaia miró a David con los ojos muy abiertos, no se había esperado que le dijese nada de eso.

- ¿Sabes qué? Me alegro que haya salido esto a la luz, así no tendrás que seguir matándote a pajas, como tú dices, porque puedes buscarte a otra que te lo haga, y que, ya de paso, aguante tu carácter de mierda. Hemos terminado.

La chica se levantó y caminó hacia la calle mientras buscaba en el bolso el móvil para llamar a Alfred.


Cuando ya lo tenía en la mano y estaba a punto de marcar, notó como una mano la agarraba del brazo y le tiraba el móvil al suelo para luego pisarlo y dejarlo hecho añicos.

- Mira puta, me da igual si quieres dejarme o no, pero llevo más de 6 meses esperando a que te abras de piernas para mí... así que de aquí no te irás hasta que te haya follado, ¿me estoy explicando?

David agarró a Amaia fuertemente de la cintura y empezó a empujarla en dirección a unas escaleras mientras ella intentaba soltarse.

- ¿Creías que había elegido este sitio por la comida que hacen? Pues no, es porque tiene habitaciones arriba y pienso usarlas. Ya estoy cansado de tus tonterías de niñita malcriada.

Amaia estaba aterrorizada, quería liberarse del agarre que David tenía en ella pero no lo conseguía.

- Cielo, ¿necesitas ayuda? ¿Este chico te está molestando?

Los dos giraron la cabeza hacia la entrada del restaurante, donde había una señora vestida de uniforme lanzando flechas con la mirada a David.

- Métase en sus asuntos señora. - Espetó David.

- Estaría encantada de meterme en mi asunto de llamar a la policía... estoy segura de que te haría especial ilusión. - Le contestó la mujer secamente.

David aflojó un poco su agarre en Amaia al oír las palabras de la señora, momento que ella aprovechó para soltarse de él y correr hacia donde estaba la mujer del restaurante.

- Eres una maldita zorra. Cuando el atontado te deje no me vengas suplicando.

David escupió en dirección a la chica y se subió a su moto, saliendo de ese aparcamiento a toda prisa.

- Anda, vamos para dentro bonita, que te daré algo caliente de beber mientras esperas que te vengan a buscar.



Alfred no tardó ni cinco minutos en aparecer después que Amaia le llamase desde el teléfono del restaurante. Cuando entró por la puerta vio a una temblorosa Amaia, sentada en un taburete de la barra, sosteniendo una taza entre sus manos.

- ¿Qué te ha pasado? - Preguntó Alfred sobresaltándola.

Amaia se lanzó directa a sus brazos y enterró la cara en su cuello mientras empezaba a llorar. Había aguantado las lágrimas hasta ese momento, pero al abrazarse a Alfred no había podido evitar que fluyeran libremente.

- No sé qué ha pasado, pero lo que sí sé, es que voy a invitar a David a un pase especial de El Cascanueces. - Murmuró Alfred furioso.

Amaia rió levemente y levantó la cabeza para mirar a Alfred a la cara.

- Seguro que no sabe ni quien era Tchaikovsky. - Intentó bromear Amaia mientras se sonaba los mocos y se limpiaba los restos de lágrimas.

Ya no puedo inventarloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora