Amaia y Alfred se encontraban en un momento de sus vidas impecable, tanto personal como profesionalmente.
Habían pasado dos años desde que habían formalizado su relación ante la justicia, y la situación en el trabajo no podía ir a mejor, cada vez veían que les iban dando más y más responsabilidades, y eso para ellos era fantástico, ya que normalmente ese trabajo extra iba relacionado directamente con la música. Componer esto por aquí, revisar la letra de aquello por allá...
Así, que ninguno de los dos se sorprendió el día que Manu les citó a una reunión para hablar sobre un proyecto nuevo.
- A ver chicos... Os he reunido a los dos a la vez porque lo que voy a proponeros estoy seguro que querréis discutirlo entre vosotros. - Empezó Manu con tono profesional. - Una empresa de musicales de Broadway se ha interesado en nosotros para que les hagamos la banda sonora de una nueva función que tienen programada para estrenar a principios de año.
Alfred agarró la mano de Amaia y entrelazo sus dedos mientras se imaginaba paseando por Central Park con su chica.
- Por vuestras caras entiendo que en principio la idea os interesa. - Rió Manu. - Lo que no os va a gustar tanto es la parte logística de todo este asunto. A ver, como habréis supuesto necesitamos ir allí, por lo menos hasta que tengamos ligadas y aprobadas todas las composiciones por las directoras del musical. He calculado que no tardaríamos más de un mes. Aunque parezca poco tiempo, no puedo dejar la oficina de Barcelona sola, así que necesito a alguien de confianza, emprendedor, con talento... para dirigir el barco mientras yo no estoy.
Amaia empezó a notar una presión en el pecho, estaba segura de por dónde iban los tiros de Manu, y no sabía si estaba preparada para ello.
- Manu, tío, siento que estás esperando a que nos lancemos a tu cuello por algo y no acabo de entender por qué. - Dijo Alfred confundido.
- Porque quiere que uno se quede en Barcelona y el otro se vaya a Nueva York. - Contestó Amaia en un susurro incrédulo.
Manu observó las expresiones de las dos personas que tenía frente a él, no sabía hasta qué punto las habladurías que escuchaba por la empresa eran ciertas, pero por la palidez repentina de Alfred intuyó que no iban mal encaminadas.
- Así es, Amaia. De hecho, quiero que tú te quedes manteniendo esto a flote mientras yo no estoy. De todas formas no te quedarías sola, mi sobrino Roi vendría a ayudarte.
Amaia y Alfred se miraron, tenían el pulso acelerado y las manos tan apretadas que ni siquiera se distinguía donde empezaba una y donde acababa la otra.
- Es una oportunidad maravillosa para tu carrera, cariño. - Dijo Amaia lentamente.
- ¿Cuántos años tienes, Amaia? - Preguntó Alfred con la voz vacía.
- Ya sabes que tengo 25 años, Alfred. - Dijo Amaia extrañada. ¿Dónde quería llegar con eso?
- Genial, pues llevo 24 años sin separarme de ti. El periodo máximo de tiempo que hemos aguantado sin vernos físicamente han sido un par de días, Amaia. - Respondió Alfred mientras acercaba la mano hasta la ceja.
- ¿Te crees que no lo sé? ¿Qué es fácil para mí plantearme la posibilidad de que te marches?
La chica sintió como se le empezaban a acumular las lágrimas en los ojos.
- Pero no puedes dejarlo pasar, cucu. - Le dijo con ternura. - Si no aprovechas esta oportunidad llegará el día en que me odies por ello, y entonces tendré que estar mucho más de un mes sin ti... así que me gusta más esta opción. - Acabó bromeando.
- No te podría odiar en la vida. - Bufó Alfred antes de levantar la mirada hasta Manu. - Vale, lo haremos. Pero exijo una conexión a internet de la hostia, te aviso ya.
El tiempo pasó volando y casi sin darse cuenta había llegado el día de separarse.
La noche anterior a la partida de Alfred habían hecho el amor entre lágrimas con sabor a despedida, se habían aferrado el uno al otro mientras el vaivén de sus caderas marcaba las pulsaciones que acompañaban a la melodía de sus suspiros de placer. A los dos les había costado dormirse, no querían hacer nada más que sentirse, acariciarse, observar cada pequeño detalle de la persona que tenían delante. Apenas habían hablado, pero no les hacía falta, sus miradas enamoradas lo decían todo.
Amaia y Alfred caminaban por el aeropuerto con aire sombrío y fuertemente agarrados el uno al otro, la situación les recordaba ligeramente a aquella primera vez en que se tuvieron que separar cuando Alfred empezó el preescolar.
Eran las 6 de la mañana y la terminal de El Prat se encontraba medio vacía, solo había un par de personas dormitando en las sillas mientras esperaban para facturar la maleta. Alfred se dejó caer al suelo, apoyando la espalda en una de las enormes columnas que había repartidas por aquel espacio. Amaia no tardó en colocarse entre sus piernas, de lado, para aprovechar esos últimos momentos abrazada a él.
El chico cerró los ojos y aspiró el aroma del pelo de Amaia, era una de las cosas que más iba a echar de menos, que su olor fuese lo primero que inundase sus sentidos al despertarse por las mañanas. La apretó fuertemente contra él y empezó a sollozar lo más silenciosamente que pudo.
Al notar las lágrimas del chico, Amaia no pudo contener las suyas, que se desbordaron como un rio atrapado en medio de una tormenta.
- Aún estoy a tiempo de quedarme, Amaix. No estoy preparado, joder. Debes pensar que estoy loco, pero estoy tan acostumbrado a tenerte junto a mí, que solo el hecho de imaginar que en unas horas no vas a estar a mi lado me descoloca completamente. - Dijo Alfred mientras se le empezaba a acelerar la respiración.
- Pues estaremos locos los dos, amor, porque yo siento lo mismo. - Murmuró Amaia mientras le acariciaba la cara a su chico. - Respira hondo, cosita, que no quiero que te vayas tan nervioso.
Amaia estaba conteniendo sus propias emociones, sabía que si Alfred la veía desmoronarse no habría fuerza humana que lo apartase de su lado. Así había sido siempre, habían estado el uno para el otro, en las buenas y en las malas.
Amaia recordaba con cariño la primera resaca de Alfred. Se había pasado la mañana acariciándole la espalda mientras él sacaba todo el alcohol que había ingerido. Cuando se tranquilizó y pudieron volver a la cama, había pasado el resto del día, hasta que el chico despertó, limpiándole la cara y el cuello con una toalla húmeda.
Vieron aparecer a Manu arrastrando una maleta gigante con cara de enfado.
- Los putos americanos me habían prometido business, ¿y qué me encuentro al descargar los billetes? ¡Malditos asientos estrechos en turista! Si no iban a comprarnos los billetes caros que se lo hubiesen callado, coño.
- Danos más ánimos, Manu, lo estás haciendo de maravilla. - Rió Amaia suavemente mientras sorbía la nariz.
- Lo siento... - Les dijo Manu más calmado al ver el estado en el que estaban. - Y siento también lo que voy a decir a continuación, pero... Tenemos que ir yendo, Alfred.
Ni siquiera Manu pudo contener las lágrimas al ver como Amaia y Alfred se aferraban el uno al otro, como si intentasen fundirse en uno solo.
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No os preocupéis por el salto en el tiempo, porque como supongo que ya os habréis dado cuenta, voy haciendo flashbacks.
¡Espero que os guste y muchísimas gracias por todo!
Nos leemos pronto.
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Ya no puedo inventarlo
FanficDicen que la vida está llena de recuerdos y personas que se asocian a ellos. Amaia y Alfred irán descubriendo que encontrar a alguien que comparta todos los momentos importantes de tu vida es un regalo que no se puede dejar escapar.