Ya habían pasado cuatro años desde que se mudaron a Barcelona, su vida no había cambiado demasiado. Seguían trabajando en el bar de Toni los fines de semana, ahora como artistas invitados y no como camareros, ya que la magia que ellos creaban al cantar era el mayor reclamo que podía ofrecer el local.
Semana tras semana, el bar se abarrotaba de gente para verles cantar, juntos o por separado, daba igual, los dos tenían un brillo que les hacía especiales, que les hacía destacar sobre el resto.
A los pocos meses de llegar a la ciudad, Amaia conoció a Miriam, con la que se hicieron buenísimas amigas. Y Alfred había formado una buena relación con una chica que se llamaba Ana y un chico que se llamaba Nil. Aún así, ellos dos seguían siendo un dúo inseparable, a veces sus amigos se burlaban de ellos diciéndoles que parecían siameses.
Su vida como pareja oficial se había ido consolidando poco a poco, la verdad es que a primera vista no había mucha diferencia con la que había sido su relación como amigos, básicamente, la única que se podía apreciar realmente era el sexo.
A veces pensaban que incluso se estaban pasando, eran adictos el uno al otro, nunca tenían suficiente, siempre había tiempo para una caricia más, para un beso más...
La primera vez que habían tenido sexo había sido a los pocos meses de llegar a Barcelona, echando la vista atrás pensaban que mucho habían aguantado antes de que sucediera.
Igual que su relación, su primera vez tampoco fue convencional, no fue en una cama, encerrados entre cuatro paredes.
Habían decidido pasar el día en una cala que les había recomendado Ana, según ella siempre estaba vacía y era perfecta para pasar una velada romántica. Cuando llegaron vieron el motivo por el que nunca iba nadie, había un cartel de prohibido el paso más grande que su piso. A pesar de la advertencia, siguieron con sus planes de pasar el rato en esa playa, se sentían un poco rebeldes.
Llevaban ya horas tomando el sol cuando Alfred informó a Amaia de que se iba a meter al agua. La chica ni siquiera abrió los ojos, simplemente asintió con la cabeza para mostrar que le había escuchado.
Alfred se había ido hacía pocos minutos cuando Amaia decidió que era un buen momento para darle un espectáculo.
Se levantó de la toalla lentamente para que a Alfred le diera tiempo de ver lo que estaba haciendo, se agachó a coger la crema de sol, asegurándose que el chico tuviese una vista privilegiada de su culo. Cuando se volvió a poner en pie se dio la vuelta para comprobar que había captado la atención de su objetivo. Hizo contacto visual con Alfred y empezó a cubrirse de crema el cuerpo, primero los brazos, las piernas, la barriga, los pechos... Vio como Alfred no apartaba la vista de ella ni un segundo y sonrió, le tenía justo donde le quería.
Se limpió los restos de crema que le quedaban en las manos con la toalla, se sentó, se bajó las braguitas del biquini y se abrió de piernas. Se llevó los dedos a la boca y lentamente los fue bajando hasta llegar a su centro. Cerró los ojos durante unos segundos al sentir el contacto y cuando los volvió a abrir se encontró a Alfred a pocos metros de ella, caminando con la mirada fija en su mano.
Cuando Alfred llegó y se arrodilló a su lado, Amaia empezó a apartar sus dedos del lugar donde se encontraban, pero el chico la agarró de la muñeca y no la dejó moverse.
- Sigue. Quiero verte. - Los ojos de Alfred brillaban más que las estrellas por la noche mientras su mano se posaba sobre la parte de abajo de la pierna de Amaia.
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Ya no puedo inventarlo
FanficDicen que la vida está llena de recuerdos y personas que se asocian a ellos. Amaia y Alfred irán descubriendo que encontrar a alguien que comparta todos los momentos importantes de tu vida es un regalo que no se puede dejar escapar.