El destino tiene otros planes (Completa)

Capítulo Cuarenta y Siete Incertidumbre

─¡Chicas! Ya este es el décimo quinto mensaje que les dejo por favor Carlis, Lú, solo quiero saber si están bien. Hace tres días que no sé de ninguna y me preocupo. Tengo muchas cosas por contarles y también quiero saber cómo van las suyas. Las extraño un montón. ─Con desanimo Jazmin esperaba en vano una señal de sus amigas que ocupadas en el desarrollo de la operación del Rio se mantenían ausentes para no caer en la tentación de develar información que estropeara lo planeado.

─¡Sole! ¿Podes por favor mandar a chequear el teléfono de casa?. Quizás presente alguna falla y no lo hemos notado.

─Lo haré de inmediato Jaz. ¿Te pasa algo?

─No he sabido de Carla ni Lucía. Eso me tiene preocupada.

─¡Ah! Es por ese motivo que me pides mande a revisar el teléfono. Lo siento Jaz, se me olvido decirte que llamaron ambas ayer, Lucía para informar que estaría unos días fuera de la ciudad y Carla que estaba full con el trabajo. Perdóname el descuido, por favor.

─No pasa nada Sole. Al menos sé que están bien y eso es lo importante. Aprovecho para recordarte, están por llamarme para confirmar el día en que llega al país la profesora Marie Guilliart, ella es una buena amiga que se hospedara aquí en casa. Por favor te pido estés pendiente de esa llamada y me avises de inmediato.

─Lo haré Jaz y discúlpame nuevamente. ─Jazmin le mostro una sonrisa. Hoy particularmente se sentía nostálgica y algo triste, un sueño que tuvo con sus padres la había perturbado así que decidió llamarlos para saber si todo estaba bien. Cuando no pudo comunicarse entro en pánico e inmediatamente la imagen de su padre ocupo su mente. Rogo a Dios no les hubiese pasado algo malo y más ahora que estaba resuelta a recuperar el tiempo que perdió con ellos. Recordó que su madre le había dado el número de una vecina por si se presentaba alguna emergencia, marcó y repico tres veces hasta que contestaron.

─¡Buenas Tardes! Señora Rosa. Le habla Jazmin la hija de su vecina Eugenia. ¿Cómo está usted? Un gusto saludarla.

─¡Jazmin querida! Que linda sorpresa. Estoy bien. ¿Vos y Milly cómo están?

─Estamos muy bien gracias. La llamaba para preguntarle si sabe porque mis padres no contestan mis llamadas.

─Querida hoy precisamente tenía tu padre consulta con su cardiólogo. Él está muy bien no te asustes. Eugenia me comentó que es un chequeo de rutina.

─No sabe cómo me tranquiliza escuchar eso. He tenido un sueño con ellos y me altero un poco.

─No te preocupes querida. Llámalos más tarde seguro te contestaran.

─Gracias señora Rosa. Por favor cuídese mucho. Le mando besos.

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La relación de Lolita y Gero iba muy bien, desde la primera vez que acordaron cenar ya habían compartido otras salidas que incluían el cine, ir a bailar, visitar el mundo dónde cada uno se desenvolvía. Era evidente que entre ellos existía una atracción que se empezaba a transformarse en algo más. Las llamadas solo para saludar que se convertían en visitas telefónicas, los mensajes de voz recordando algún detalle sin la más mínima importancia en ese momento y las miles de escusas que se inventaban con el único propósito de mantenerse en contacto. Estando en el bufete y queriendo concretar la defensa de un caso de separación por violencia doméstica, Lolita no se percató de la hora que era hasta que unos pasos que la sobresaltaron.

─¡Abogada! ¿Todavía trabajando?

─¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste?

─Se te olvida que trabaje en este lugar por más de dos años. Conozco cada rincón de este bufete.