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Él zancudo era un tipo que me causaba miedo, no por que pareciera violento, sino porque yo le atraía sexualmente. El juicio sería dentro de dos semanas y para entonces esperaba seguir con vida, o al menos no volver a sentir esa horrible sensación del abuso sexual, aun no olvidaba los abusos de mi padre y en ocasiones hasta me mantenían con insomnio y al borde del llanto, las palabras de el zancudo me recordaban a mi padre, cuando se masturbaba frente a mi tocandome mis cositas, o peor aun cuando me penetraba por detrás, es algo que por mas que luché por varios años nunca logré olvidar.

La primera noche en la carcel no pude dormir, solo pensaba en Paola, en como estará, solo esperaba que no haya regresado a casa de su padre si es que sacó sus cosas de mi apartamento, o quizás había regresado al hospital esperando verme para arreglar él malentendido.

Sin darme cuenta ya eran las seis de la mañana, el guardia llegó golpeando los barrotes de las celdas con su macana gritando que era hora de levantarse a bañar. Me envolví con la unica cobija que me habian otorgado al ingresar aquí, quería seguir durmiendo, pero él zancudo se bajó de un salto y me arrebató la cobija.

-Levantate huevon, es hora de que te sacudas las pulgas-. Dijo con una sonrisa burlona, dejando al descubierto sus dientes chuecos.

Me puse la almohada en la cara y él zancudo me la quitó lanzándola a la parte de arriba de la litera.

-¡Levantate huevón! -. Me gritó el Zancudo.

Solo me quedé callado y me levanté, y caminé hacia afuera de la celda arrastrando los pies, algunos presos me miraban y se reían, otros me gritaban cosas desagradables como las del día anterior.

Llegué a las regaderas, estaban todas juntas formas en hilera y todos se bañaban ahí al mismo tiempo, haciendo parecer como si no les importara, a mi me dio vergüenza tener que bañarme enfrente de mas cabrones, no estaba seguro o mas bien no quería meterme a bañar con tantos hombres mirándome, pero llego mi compañero de celda.

-Que, ¿no te piensas meter a bañar?- me dijo dándome un leve empujón. -O te da pena-. Dijo con una risa burlona.

-Estee... N.. No.... Solo que...- tartamudee, y enseguida me impidió con un grito seguir hablando.

-¡Al nuevo le dan asco los hombres! ¿Porque no le damos la bienvenida?- dijo él zancudo animando a los otros presos.

En menos de cinco segundos todos estaban a mi alrededor y uno de ellos se animó a acercarse a mi posición, me escupió la cara y me dió un golpe en el estómago haciendome toser, el aire me abandonó un momento ni siquiera tuve tiempo de recuperarme del primer golpe porque enseguida sentí otro mas en la nariz, la sangre hizo su aparición, todos empezaron a chiflar y a gritar eufóricos pidiendo mas acción. Después uno de ellos me dió una patada cerca de la boca. Éste era mas alto que yo y con brazos musculosos, estaba rapado y tenia un tatuaje de la Santa muerte en la espalda.

-¡Tu eres uno de esos por los que las viejas se bajan los calzones fácilmente sin importarles serle infiel a sus maridos, por un chamaquito idiota como tu asesine a mi esposa!- me gritó, yo solo me agarraba el estómago con una mano mientras que la otra la tenía en misma nariz que me dolía bastante y no paraba de sangrar. Para mi buena suerte llegaron los guardias disipando todo el escándalo que se había formado. Los presos se quedaron calladitos, otros hacían como si no hubieran tenido nada que ver. Uno de los guardias me sacó de ese lugar para llevarme a la enfermería. El saldo sólo fue mi nariz con una herida profunda que necesitó de sutura y nada más, (si nada más).

Me dirigí hacia mi celda, saqué la foto de Paola, mi pequeña, la extrañaba muchísimo, extrañaba sus besos, tenerla entre mis brazos. En eso entró mi compañero de celda, guarde rápido la foto.

-¿Que escondes?-. Me pregunto. Yo solo le lancé una mirada furiosa.

-No te enojes guapo-. Dijo al mismo tiempo que intentó poner su mano sobre mi miembro, yo le aventé su mano con la mía.

-Será mejor que seas cooperativo si quieres protección niño bonito, ya te diste cuenta de que no la librarás tan fácil hasta el día de tu juicio, probablemente ni siquiera salgas vivo en cuanto se enteren de que eras policía antes de que te metieran al bote -. Me dijo riéndose.

–¿Como lo sabes?– le pregunte.
–Yo soy gente de confianza de los marranos de este reclusorio, yo les paso información de la mala conducta de los presos que no han contratado mi protección. Tu tienes suerte de que te ofrezca mis servicios, los otros tienen que buscarlos y pagar por ellos.

–¿Pagar con que?–. Le pregunté.
–Con droga, pero debes tener en cuenta que en un lugar como este es muy difícil conseguirla, y mas aún lo será para un novato como tú, y peor lo será aún si les hago saber que eras un policía –. Respondió con una gran sonrisa en su rostro. –No te hagas del rogar, piensalo, pero tampoco lo pienses demasiado, me gustas Jadiel –. Respondió burlándose. Yo en cambio quería largarme cuanto antes, no quería volver a pasar por lo mismo que mi padre me hacía cuando era niño.

OSCURO SECRETODonde viven las historias. Descúbrelo ahora