Capítulo 11

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Que sean las injusticias y las injurias las voces que resuenen en mi interior, las que en silencio me hablen y las que que alienten a romper mis miedos y barreras

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Que sean las injusticias y las injurias las voces que resuenen en mi interior, las que en silencio me hablen y las que que alienten a romper mis miedos y barreras...
Charlotte Johnson.

Lo lamento tanto. —Me atreví a decir muerta de vergüenza—. Será mejor que me vaya.

    Me puse de pie al mismo tiempo que él lo hacía y me tomaba del brazo.

—Como dije, me debes una comida —añadió con una sonrisa—. No pasa nada.

—Es que no es necesario —insistí.

—No me gusta comer solo —dijo para finalizar el tema—. Vamos a comer.

    Asentí aún con la vergüenza de estar frente a un hombre que sin duda ahora estaba al tanto de mi vergüenza, mi mala situación económica y mi deplorable situación marital.

—¿Y tu hijo está contigo? —dijo rompiendo el hielo—. No me gusta ser entrometido pero creo que hemos pasado ese filtro.

—Sí, lo está —dije un tanto avergonzada—. De hecho estamos ambos tratando de entender que no contamos más con él.

    Miré el plato y guardé silencio si saber qué más decir porque entonces me volvería a echar a llorar.

—¿Entonces se ha ido de tu casa? —inquirió—. No te lo preguntó por otros intereses, sólo me resulta una situación familiar. Mi madre pasó por algo así.

—¿Y cómo le hizo? —pregunté levantando la vista—. ¿Cómo le hizo para no sentir que no valía nada? ¿Para no desear morir? ¿Cómo superó la desolación? ¿Cómo se aprende a vivir sin el hombre que se ha amado toda la vida?

     No dijo nada sino que solo guardó silencio y me miró durante unos segundos que para mí fueron eternos.

    Me limpié los ojos y volví a mirar mi plato sin saber cómo dejar de sentirme así.

—¿Sabe una cosa? —dije incapaz de guardar más lo que pensaba—. Cuando una mujer como yo se casa con el hombre que ama, lo deja todo. No solo deja el corazón, deja el alma y la vida entera en un matrimonio que tiene fecha límite.

     Miré a mi alrededor pero afortunadamente nadie nos veía.

—Si a las mujeres se nos dijera que en algún momento durante el matrimonio perderíamos nuestra valía, tal vez no dejáramos todo en ello —continué con una media sonrisa—. Si nos dijeran que en algún momento seremos reemplazadas, al menos viviríamos avisadas, pero que se nos engañe con un sueño que solo es nuestro y no de ellos, que se nos reste valía por el paso del tiempo, que se nos culpe de todo lo malo del matrimonio y que se nos deseche por alcanzar nuestro invierno, es imperdonable; lo es cuando muchas de nosotras trajimos a su vida demasiadas primaveras, demasiados colores, cuando dimos la vida en la decoración de la suya.

Si decido quedarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora