Capítulo 2

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Los días transcurrieron sin ninguna novedad de parte de mi esposo

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Los días transcurrieron sin ninguna novedad de parte de mi esposo.

No llamó ni tomó ninguna de mis llamadas.

Ya era miércoles y debía llegar el día de hoy.

Tal vez había llegado el momento de enfrentarlo y cuestionar todas y casa una de mis inquietudes. Yo no era una mujer cobarde, al contrario, era fuerte y prefería sufrir a vivir en la incertidumbre.

El sonido del teléfono me sacó de mis pensamientos. Me apresuré a responder.

—Bueno —dije esperando a quien quiera que fuera.

—Señors Johnson —dijo una voz amigable—. Soy Hugh Maguire de recursos humanos de Trimell & Co. Le llamaba para preguntar por la salud de su esposo.

—¿La salud de mi esposo? —interrumpí—. No entiendo.

—Sí, el día lunes se reportó enfermo y no hemos podido comunicarnos con él —dijo el hombre—. No queremos ser inoportunos pero es necesario que traiga su justificante médico para hacer válida la licencia por enfermedad.

—Se reportó enfermo —dije más para mí misma.

Escuché el carraspeo del hombre al otro lado de la línea.

—¿Señora Johnson?

—Sí, mi esposo está mejor —dije a punto de soltarme a llorar—. Gracias por llamar, estoy segura que llevará mañana mismo su comprobante de seguridad social y solo fue un pequeño incidente de estrés por las horas extras que ha trabajado desde hace meses.

—¿Horas extras? —inquirió interrumpiendo—. No sé de lo que habla, su esposo ha cubierto el horario normal y de ninguna manera se le ha pedido más tiempo del reglamentario.

—¡Oh! Seguro me confundí entonces —dije limpiando las lágrimas—. Muchas gracias por su preocupación pero él está mucho mejor y mañana llevará su justificante.

El hombre dijo alguna que otra cosa y recomendación antes de despedirse

Colgué y me quedé viendo un punto fijo en la pared justo cuando mi observé a mi hijo recargado en la pared.

Negó y se fue a su habitación mientras me quedé fija, sin poder creer lo que había escuchado.

Mi esposo me había mentido, ni había ido a un viaje de trabajo ni trabajaba hasta tarde en la oficina.

Lloré porque cada día estaba más segura de que la realidad de mi situación no era otra que la que mi amiga había planteado.

Continué con mis quehaceres e ignoré los pensamientos que giraban en torno a la situación. Mi corazón dolía pero yo no iba a dejarme vencer.

El día y la tarde transcurrieron y con ello llegó la rabia y la impotencia de saberme una mujer traicionada.

Eran casi las nueve y él no llegaba.

Si decido quedarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora