Capítulo 37

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La virtud más grande de una mujer es el valor, la ventaja que la coloca en la cima es que no conoce la rendición

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La virtud más grande de una mujer es el valor, la ventaja que la coloca en la cima es que no conoce la rendición...
Charlotte Maguire.

Los días se volvieron una rutina así, pedidos iban y venían y cada vez más gente pedía, claro que ahora recorría más calles pero al final vendía más.

    Incluso les había dado mi número de teléfono y ya no era necesario ir, ellos solían mandar un mensaje con su pedido y solo me dedicaba a entregarlos.

    Mi madre seguía llegando cada día y estaba tan entusiasmada que se animó a dejar a mi padre a los tres meses de nuestra charla, por supuesto recibió la crítica de mi hermano diciendo que estaba vieja para andar comportándose como mocosa inmadura pero tras una pelea conmigo en la que ya no tenía miedo a responder finalmente se fue enojado y solo unos días después volvió asegurando que no se metería. No era lo correcto pero al menos no seguiría criticándola.

    Mi padre fue en una ocasión a traerla según sus palabras aunque tuviera que llevársela de los cabellos pero fue Cody quien amenazó llamar a la policía y finalmente nos llamó viejas locas y se fue.

    Hablé con él en dos ocasiones pero definitivamente no se podía porque no me dejaba hablar, decía que yo le llené de telarañas la cabeza a mi mamá pero me bastaba con que aceptara dejarla en paz y cuando al fin aceptó pude respirar tranquila.

    Elinor llegaba a veces, cuando le era posible y nos llevaba en su auto para repartir las comidas y seguía siendo tan ella. Le platicaba lo que pensaba pero ella seguía diciendo que con algunos hombres no funcionaba la charla así que ella se comportaba opresora con su esposo por su bien.

    Solía reír tanto de sus tonterías pero en el fondo sabía que ella sí había conseguido un buen hombre a su lado y que jamás tendría problemas con él.

    Y yo, yo cada día era una mujer nueva, solía ser la misma Charlotte que cuando estaba casada con Colin, al menos en el estado físico, no me maquillaba ni tenía tiempo de hacerme el moño perfecto en la cabeza, tampoco era tan delgada ni joven, pero lo mejor de todo era que yo era feliz y me aceptaba tal cual. Era una mujer de treinta y cinco que se sentía bien consigo misma y se quería tal y como era.

    Donde antes era tímida y miedosa ahora era arriesgada y fuerte. Platicaba con todos sin temor a que me llamaran facilota, era sociable tanto con hombres como con mujeres sin miedo a que fuera incorrecto, tan así que había salido dos veces en los últimos nueve meses con Dorian Mardens, en cada una habíamos hablado de todo y yo había descubierto que era un hombre inteligente, bueno y bastante divertido.

    Mi hijo se mantenía al margen asegurando que no iba a meterse pero estaba segura de que no le gustaba la idea.

    En realidad tampoco tenía intenciones de nada más que una amistad aunque parecía que él no, aun cuando yo había dejado clara mi postura. 

Si decido quedarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora