Capítulo 17

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Abrir los brazos a la vida es dejar de convertirla en nuestra propia tumba

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Abrir los brazos a la vida es dejar de convertirla en nuestra propia tumba...
Charlotte Maguire.

El lunes llegó con demasiada prontitud y pese a que el día anterior había empezado tan oscuro, lo cierto es que al final resultó ser un buen día.

    Pasé varias horas en el café con mi jefe y por primera vez pude disfrutar de platicar cual persona normal, hablar de todo un poco, de comida, música y de incluso algunas cosas de su carrera.

   Aiden Baker era además de un buen jefe también una persona interesante, de esas con las que se puede discutir sobre cualquier tema, de esas que siempre tienen un punto sobre cualquier cosa y que defienden su argumento apasionadamente.

     Sin duda, un hombre que conocía el mundo y que parecía dispuesto a demostrarlo, era además de muy guapo muy inteligente y seguramente un día alguna mujer sabría apreciarlo y yo esperaba que quien lo hiciera fuera una mujer buena.

    Me recogí el cabello pensando en lo diferentes que ambos eramos pero a la vez en lo parecidos que solíamos ser.

    Mi jefe era un hombre físicamente muy atractivo, alto y con el cuerpo robusto y musculoso a causa del ejercicio, bastaba ver como se tensaban las camisas que llevaba para saber que pasaba horas en el gimnasio, tenía un rostro perfecto, sin una sola cicatriz o imperfección y los ojos tan azules que parecían salirse de contraste con el tono de su piel; el cabello oscuro y las pestañas tan pobladas no eran más que un aliciente para destacar su piel blanca y sus increíbles ojos aunado a la sonrisa de comercial que tenía y aún así me seguía preguntando por qué seguía soltero.

    Yo por el contrario era rubia,  pálida, rolliza y pequeña, si bien tenía un trasero que antes había llamado la atención y unos pechos mediamos que gustaban antes, ahora no eran tan lindos, habían perdido firmeza, mi cintura no era tan estrecha y tampoco tenía el vientre tan plano. No estaba gorda pero tampoco era un ícono de belleza.

   Mi rostro no era tan bello, era normal, sin nada que destacar pero aun así mi jefe había insistido en que era la más bella de todas y aunque seguía creyendo que era un halago superfluo le agradecía que me hiciera sentir mejor de momento.

    Me maquillé dispuesta ahora sí a empezar de nuevo y con ello esta nueva semana iba a tener que salir antes de casa para poder alcanzar el autobús y llegar a tiempo al trabajo.

   Con la avería del auto de mi amiga le sería imposible que pudiera ir a dejarme como la semana anterior por lo que no quedaba mas que asegurarme de alcanzar a llegar a tiempo.

    Me despedí de mi hijo y me fui directamente a mi trabajo arribando justo a tiempo y con solo dos minutos de antelación, por lo que corrí una vez hice la checada desde la entrada y apenas llegué a mi lugar una clienta se acercó y comencé a atenderla.

Si decido quedarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora