CAPÍTULO 8

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La noche del domingo, decidí hacer algo loco.

Bueno, al menos para una persona como yo, era algo loco.

Eran las siete en punto, la noche era muy bonita. Había comenzado otra aburrida conferencia. Pero mi camino, no fue la sala de conferencias, si no, la habitación.

— Camila. Levanta tu culo de la cama, ponte lo que tú quieras e iremos a cenar algo—abrí la puerta de la habitación. La miré acostada en la cama, me miró raro.

— Pero tenemos que ir a una conferencia...—se sentó en la cama, dejando su teléfono de lado. La interrumpí.

— Dije, ponte lo que tú quieras y vamos a cenar—volví a decir. Una sonrisa grande creció en el rostro de la chica.

Inmediatamente, entendió que no quería ir ahí.

— Vale, que bueno que no iremos a la conferencia. ¿Adónde vamos? ¿Me llevo esto?—se levantó, señalando su vestimenta. Me encogí de hombros.

Odiaba cuando la gente se sentía inseguro con lo que viste.

Joder, he estado una vida entera vistiendo lo que mi madre quiere, lo que los demás se sentían tranquilos viendo.

Pero por lo menos este fin de semana, quería reírme, ser rebelde un rato y ponerme lo que quería.

Quería ser yo.

— Ponte lo que quieras o quédate así, no me importa—le sonreí, esta se encogió de hombros de nuevo y se quedó así—. Iremos a un buen restaurante de sushi. ¿Te gusta el sushi?

Ella se rio.

— No importa si como lo que sea debajo de un puente, mientras estemos fuera de aquí, es perfecto—mi sonrisa se borró. Pues su comentario había abierto un pensamiento clave. Lo ignoré, después hablaríamos de eso.

***

Camila miraba las pinturas y seguía diciendo que yo lo haría mejor. No la desmentí.

— Y bien, Jauregui. ¿Qué hacemos aquí?—preguntó, dejando caer el menú que el mesero tomó llevándoselo con nuestro pedidos.

— Huyendo—dije de forma más natural—. Quiero ser yo un fin de semana. Huir de ellos, de él—expliqué más profundamente.

— Apoyo aquello—señaló la chica.

El mesero llegó con nuestras órdenes, no era el lugar más buscado este domingo.

— ¿Sabes? No tiene nada que ver, pero... ¿Puedo preguntar algo?—no sabía porque pedía permiso, pero asentí, llevandome un trozo de sushi a la boca—. A ti te conozco, poco, pero lo hago. Te entiendo, se tu historia. Pero... tu padre, ¿por qué actúa así?

Entendía su pregunta.

Se miraba nerviosa por como pudiera actuar. En cambio, pensé en su respuesta, indagué a fondo.

Pero nada.

— No lo sé—alcé la vista, mirándola—. Toda la vida ha actuado así. Enfocado en la empresa, serio, callado, estricto, no lo sé. No hubiéramos tenido una relación como ahora si no fuera por la impresa—sabía muy bien, que si ese hombre no hubiera puesto la empresa en mis manos, ni siquiera hablaríamos.

— ¿Y no te interesaría conocer que pasa? Su historia—habló la chica, seria. Negué.

Nunca lo había pensado.

Camila era de las chicas creía que las actitudes de los demás se debían a su pasado, su historia.

— ¿Sabes? A veces creo que...—se quedó pensando, mientras sostenía con su tenedor un trozo de sushi—... Que las personas deben tener a la mano su historia. No lo sé, un botón que tuvieran a la mano para que esta saliera; una carta, un libro, una nota, algo que diga: esta soy yo, es mi historia. Por eso soy así—me miró, entendí lo que quería decir.

La Vida y sus Injusticias |#CAMREN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora