CAPÍTULO 1

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Miré el reloj de la gran oficina, colgado en la pared, justo arriba de la puerta de entrada. Faltaban algunas horas para aquella estúpida cena. Las palabras de mi padre fueron contundentes y entonces, ¿qué hacía?

— Lauren—llamó a la puerta mi recepcionista, Allyson.

Alcé la vista, mirándola de forma penetrante.

Había escuchado decir a las personas que mis ojos daban miedo. No era su color verde, era mi mirada, lo profunda que podía ser. Sabía que mirada hacer para asustar a las personas, a todos aquellos que, como ella, parecía que no sabían hacer su trabajo.

Me gustaba sentirme en control, me importaba poco si para ellos era suficiente y ya estaban por hacerse en los pantalones.

¿Era tan difícil tocar la puerta antes de entrar?

— Te he dicho que toques antes de entrar—hablé fuerte, segura y firme. Con ese tono molesto que asustaría a cualquiera.

— O-Oh, si-si. Solo que... Lo siento, juro que n-no volverá a pa-pasar—tartamudeó. Como dije, la chica estaba por hacerse en sus pantalones, en su falda, da lo mismo.

— ¿A qué viniste?—le recordé. Parecía que ya estaba a punto de irse, pero al escucharme de nuevo, regresó a su lugar en la puerta.

— Oh sí. Su padre quiere verla—solté un largo suspiro.

Si mi padre quería verme, algo quería, algo no muy bueno.

— Bien, ya iré. Si alguien llega, pásalo con Normani—la chica asintió y se fue.


Recogí algunos papeles, ahora era yo la que se estaba haciendo en los pantalones.

¿Qué mierda quería?

Salí de la gran oficina. Apenas yendo hasta la oficina de mi padre, el gran presidente de Murcoff Company, una empresa constructora. Normani me vio e hizo una seña de que iba a morir, que graciosa. Ella era mi mejor amiga, sabe el increíble respeto que le tengo al hombre. Digo, él era para mí una gran persona, respetable, querido, simplemente inspiraba respeto. Lo admiraba demasiado, era tan grande y no hablaba de su estatura. Había hecho muchas cosas a su edad y todas y cada una de ellas, se las ganaba con su propio sudor.

Algún día, quería llegar a ser un poco de lo que es él.

Era.

Toqué la puerta, esperé a que dijera algo.

— Pasa—escuché su firme voz. Ahora entendía de donde hablaba de esa forma, pues él hacía lo mismo.

Abrí la puerta y lo vi. De traje, como siempre. Sentado detrás de la mesa con un café en la mano. No era hora de café, pero lo tomaba igual.

Entré y cerré la puerta tras de mí.

Pensé que, además de respeto, no negaría que le tengo un profundo miedo. Lo quería, pero él nunca fue una persona cariñosa. Siempre estricto, diciéndole a mi madre que solo estaba formándonos con valores y educación a mí y a mis hermanos. Con un semblante y mirada seria, siempre recto, rara vez lo veía sonreír. Si hablábamos, era puramente de trabajo, no había nada más de ahí. Simples preguntas, monosílabas, todo sobre la empresa.

— Hoy es la cena con los socios, ¿Lo sabes verdad?—sentado en su silla, me miró. Traté de sostenerle la mirada, con la misma seriedad que la de él.

—  Si, lo sé—respondí. Caminé hacia él y me senté en una de las sillas que estaban delante del escritorio.

— Para la vicepresidenta, aquello es muy importante. Tienes que empezar a estrechar lazos con los socios. Tienes que dar una imagen.

La Vida y sus Injusticias |#CAMREN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora