CAPÍTULO 12

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Estábamos en la cocina, eran las nueve de la noche y queríamos cenar algo.

— Solo hay pastel de limón y cosas que tienen que cocinarse—habló divertida mientras abría el refrigerador. Yo estaba detrás de ella checando el panorama—. Me estás viendo el culo, Lauren. Necesito ideas, no tu mirada pervertida—y se había dado cuenta, me reí.

Me acerqué a ella, mirando a su lado el contenido del refrigerador.

— Podemos cenar pastel de limón y café. O llamar a alguien para que traiga algo—esas eran mis ideas hasta ahora.

Nada interesante.

— Podemos pedir algo—pensó mucho el resultado, pero al final habló—. Y después, como postre, pastel de limón—sonrió de lado, como si su idea fuera lo mejor del mundo.

— Me agrada la idea, el pastel de limón es mi favorito—fue inevitable no mirar con deseo el pastel—. Llamare para pedir pizza—aplaudió como una niña con la idea.

Reprobaba el asunto de probar si acaso la pizza, pero la chica la amaba. Ya me había acostumbrado a probarla.

— Bien, hazlo antes de que me ponga celosa por el pastel—me señaló, cerrando el refrigerador, desapareciendo de mi vista el delicioso pastel. Me reí.

Me di la vuelta, tomando mi teléfono y llamando a la pizzería más cercana. Di mi dirección y los ingredientes que Camila amaba en la pizza. La chica se acercó a mí por detrás, besando mi cuello.

— Camila—me volteé, regañándola.

Por más que me gustara que lo hiciera, me estaba obstaculizando el hablar y escuchar.

Se alejó, imitando mi gesto de enojo y mi voz como si fuera una niña haciendo berrinches.

Nunca iba a cambiar esta mujer,  y eso me gustaba.

— Listo—colgué el teléfono. Quise acercarme a ella y seguirle el beso, pero se alejó.

— Lauren—imitó mi regaño de hace rato.

— Camz. Eres una idiota, te quiero—sonreí grande, pues la quería mucho aun siga haciendo sus escenas.

— Lern. Eres una idiota, te quiero mucho más—como dije, siempre decía lo mismo que yo.

Sonreí, tomando sus manos y acercándola a mí.

A pesar de su forcejeo, terminó recargada en la mesa. Puse mis manos en su cintura, acercándome a ella para besarla. Al fin, se rindió y nos besamos. Ambas nos reímos, no había mejor sabor que una sonrisa en medio de un beso.

Miré sus ojos, eran tan profundos y lindos.

Me miraba como si fuera magia y yo la miraba de esa misma manera. Ambas éramos magia la una para la otra.

Una magia tan sorprendente e increíble, la magia del amor.

Mi mirada pasó de ella, por algo fue que miré detrás de su hombro a la puerta de la cocina. Mi sonrisa se borró y mis ojos se abrieron. No estábamos siendo cuidadosas, y mi hermana era nuestro castigo por eso.

Me alejé de Camila, la chica frunció el ceño y se dio la vuelta mirando el punto fijo que yo veía. Puso la misma cara de terror al ver a Taylor Jauregui ahí.

— ¿Desde hace cuánto tiempo estás ahí?—fue lo primero que dije. Mi mirada era terror puro. Mis manos se movían nerviosas y aunque conocía la respuesta, estaba dispuesta a rezar para que no dijera lo que sabía.

— Sé que crees que sabes lo que viste, pero no lo sabes—Camila formuló de la forma más estúpida. Me reiría si no fuera porque estábamos en esta situación.

La Vida y sus Injusticias |#CAMREN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora