CAPÍTULO 7

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Pronto, estábamos fuera. Resulta que teníamos que ir a una comida estúpida con los socios.

Estábamos sentadas en la mesa de aquel restaurante, mis padres y los de Normani estaban aquí. Estábamos esperando.

— No te preocupes—la miré, hablando en voz baja. Casi estaba ahogando mi brazo—. No dejaré que ese idiota se acerque a ti. Incluso, cuando sea presidenta de la empresa, cortaré todo negocio con él—prometí.

Le guste o no le guste a mi padre, ese tipo era un enfermo. No dejaré que la empresa se asocie a personas como él.

— Estoy bien, solo... Si se acerca de nuevo, no sabría qué hacer—dijo de la misma forma, mirando el menú.

— No lo hará. Lo prometo—prometí. De nuevo.

¿Qué eran las promesas?

No lo sabía y sin embargo, le prometí a la chica algo que no estaba en mis manos.

Así pasaba a veces.

Todos prometían sin saber en qué se estaban metiendo. Muchos tenían conceptos diferentes a esa extraña palabra que las personas mencionaban sin cuidado.

Alguna vez, escuché que era el intentar cumplirlas, que eras palabras que se decían para tranquilizar, otros decían que eran reales. Que realmente esa promesa llegaría a cumplirse.

Había de promesas a promesas. Unas más difíciles que otras.

Pero mientras la veía, juré que ese tipo no se iba a acercar a ella. Lo prometí aunque no sabía un carajo de lo que la vida nos tenía preparado. De que, realmente, no estaba en mis manos.

Jodidas promesas.

Habíamos comido tranquilamente. Ese tipo no se apareció, incluso, creo que no estaba aquí. Igual, no bajaría las defensas.

Mi padre me veía fijamente, sabía que quería que hablara. Que hiciera algo para caerles bien.

Lo hice.

Hablé sobre la empresa y el futuro de esta, Camila me acompañó con ligeras bromas y demás, haciendo más dinámica la plática. Con ella acompañándome en esta farsa, no era tan difícil.

Normani nos veía. Estaba Jim a su lado, era hijo de Wes. Estos me tiraban miradas, indiscretas miradas. No entendía que pasaba.

Mi teléfono sonó, Camila siguió platicando mientras bajaba la vista a mi teléfono. Era Jim.

Aww, que lindas. Normani ya me actualizó. Mala, Lauren; ¿por qué no me dijiste, he?

— Jim.

Lo vi confundida. Luego miré a Normani, esta se encogió de hombros.

— ¿Verdad, Lauren?—preguntó, Camila. Metiéndome de nuevo a la plática. Me sobresalté, no sabía que estaba pasando.

— Si... Si, claro—no sabía a qué carajos estaba diciendo sí, pero nada cambió en la plática.

— Es muy bueno que tenga esa visión. Murcoff Company va a triunfar—aseguró Wes. Mirando a su hijo, este dejó el teléfono, bajando la mirada.

Jim era también una víctima. Su padre lo golpeaba, también a su madre. Mi padre podría ser muy estricto a veces, pero nunca me levantó la mano.

Aquella familia era tan oscura; el chico escondiendo un secreto, su sexualidad. La madre aguantando a un hombre alcohólico y golpeador, como lo era Wes. Sin embargo, ambos estaban aquí también, sosteniendo un papel.

La Vida y sus Injusticias |#CAMREN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora