Capítulo XXVII

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She's run run run run

―Deberíamos tener un hijo.

Rey se queda congelada en su sitio. Baja el libro antiguo que había estado leyendo, y alza la vista hacia Finn, quien está parado frente a ella.

―¿Perdón?

―Un hijo, Rey ―Toma asiento a su lado antes de continuar―: Un hijo. ¿No lo has pensado?

Rey busca las palabras. Sí, y no. Lo ha pensado, pero... Pero...

―Hay tantas cosas... ―balbucea―. Mi mamá falleció hace apenas unos meses, la investigación sobre agujeros negros requiere que dé el cien por ciento ahora mismo, tú también estás atareado con tu trabajo y...

Finn retira el libro de sus manos, lo deja a un lado, y toma las manos de Rey entre las suyas.

―Rey, mi amor ―le dice entonces―; nunca habrá un momento perfecto. No puedes esperar el momento perfecto, porque no lo habrá. Entonces, todo se reduce a eso: ¿lo quieres o no lo quieres? Porque si no lo quieres, lo entenderé. Pero si lo quieres...

Finn deja la conjetura de una vida juntos flotando en el aire. Rey cierra los ojos por un momento, y se imagina algo similar a lo que Finn debe ser: su misma casa, sus mismas vidas, pero dos o tres niños corriendo por el patio, dos o tres niños recitando los nombres de los planetas y reparando pequeños autitos con herramientas de juguete bajo la atenta mirada de Finn.

Sonríe, porque no hay otra reacción posible, y abre los ojos.

―Sí, Finn ―dice mientras se inclina para besarlo―. Tengamos un hijo. No tiene sentido esperar.

No, Rey nunca quiso esperar, nunca esperó por nadie.

Excepto por un posible fragmento de su imaginación al que casi no recuerda.

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