Capítulo XXVI

159 25 2
                                    


She's running out again

Kylo sabe que no encontrará nada físico de Rey en ella, pero tal vez esa calma imperturbable ante las vicisitudes de la vida es el legado que esta anciana dejará a la hija que no comparte su sangre.

―Sí ―admite, y retrocede unos pasos―. En unos minutos.

La mujer gruñe levemente en afirmación (todo debe dolerle a estas alturas) y le indica un sillón cercano.

―Supongo que puedes sentarte unos minutos, entonces.

Él así lo hace.

―Nunca pensé que esto pasaría ―murmura ella, pensativa, y las arrugas se fruncen―. ¿Es esto algo con lo que todos los que estamos por partir nos encontramos?

Kylo niega con la cabeza.

―Normalmente no tienen ninguna advertencia ―De pronto repara en lo que ha hecho; ha avisado con anterioridad a una persona que está por morir―. Lo siento. No quiero que tengas miedo.

La anciana se encoge de hombros como puede.

―Ah, a mi edad esto no es sorpresa... Me había preguntado cuándo vendrías... Aunque no sabía que de hecho tenías una forma específica. Pensé que eras más un concepto.

―La mayoría piensa eso ―acepta él―. Y no es errado; soy más que nada el mensajero. No el destino final.

―Pero, entonces... ¿por qué estás aquí?

Kylo pliega los labios. Es ahora o nunca. Quedan apenas unos minutos, menos de los que originalmente restaban.

―Tu hija... ¿llevó una vida feliz?

La mujer frunce el ceño.

―Eso suena a que estás por llevártela.

Kylo niega con la cabeza antes de que ella termine de hablar.

―No, no. Debí habérmela llevado antes. Pero...

La mujer es inteligente, rápida, y con una experiencia de años con emociones humanas que Kylo tal vez posee, pero ya no maneja.

―Debiste llevártela, pero no lo hiciste.

Kylo guarda silencio. Aun ahora, admitir su crimen en voz alta es algo difícil.

―Rompiste las reglas. Por ella ―La voz de la anciana no acusa, pero sí señala.

Kylo desearía que no lo hiciera.

―¿Es feliz, hasta donde sabes? ―replantea él, cambiando sus palabras, su mirada esperanzada, sus dedos jugueteando nerviosos los unos contra los otros.

Los ojos de la mujer son amables, y Kylo piensa que no se merece la mirada de la mujer mucho más de lo que se merece la mirada de Rey.

Aun así, madre e hija le hacen regalos sin dudar.

―Es muy feliz. Inmensamente feliz. La persona más feliz de todas. Ama a su esposo, a su trabajo, y seguramente tendrán muchos hijos a los que también amará.

Kylo asiente, y su sonrisa es dolida, pero no puede negar que aun así siente algo de felicidad.

Algo hice bien, pese a todas mis reglas rotas.

―No sé cuáles sean las reglas que rompiste ―dice la madre de Rey, y Kylo se pregunta si puede leer la mente―, pero, de corazón: gracias por darle más tiempo.

Kylo se pone de pie.

―Ha llegado el momento. ¿Me acompañarías, por favor?

La mujer abre la boca para responder, mas no lo logra.

El alma se le escapa de entre los labios.

De todas maneras, Kylo escucha con claridad lo último que quiso decirle.

«Gracias por amarla tanto».

A tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora