Capítulo XXXIII

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I'm a weirdo

Rey le prepara un té y lo hace tomar asiento en el sofá de la sala.

Afueran han quedado los vegetales, y Rey le asegura que ya habrá tiempo para eso.

―Ahora tenemos que hablar, Ben.

Kylo guarda silencio. Inesperadamente, se siente... vulnerable, si tal palabra puede existir en su vocabulario.

Rey toma asiento frente a él, y Kylo nota que trae un libro entre sus manos.

―Dime, Ben... ¿Tienes algún recuerdo de tu infancia?

Él niega con la cabeza. Espera que ella no le pida explicaciones, porque es incapaz de dárselas. Rey, empero, solo cabecea, aparentemente satisfecha con su respuesta.

―Mi papá ―le explica entonces Rey― creía en un montón de estupideces paranormales, ya ves. Tenía un libro y todo ―Se lo enseña desde su lugar frente a él―. ¿Ves? Diccionario de criaturas mitológicas. Un ejemplar que sobrevivió desde el siglo XVII a esta parte. ¿A quién se le ocurre? Por supuesto: a mi papá ―Rey bufa; todo esto le es simpático.

Kylo sigue sin decir nada. No sabe adónde va esto.

―Entonces, como ya sabrás, cosas muy raras empiezan a pasar en mi vida: todas las veces en que alguien muere (o, bueno, casi todas las veces), me cruzo con un extraño vestido de negro que siempre parece rondarme. Pero ¡sorpresa! Nadie más que yo puede ver al extraño.

―¿Pensaste en huir? ―la interrumpe Kylo, clavando sus ojos en ella.

Rey ladea levemente la cabeza hacia un costado y le sonríe.

―Tal vez, si no me hubiera salvado la vida, lo habría hecho. Pero ¿habría podido escapar, realmente?

Kylo vuelve a bajar los ojos hasta sus dedos crispados. Está nervioso, y no sabe por qué.

¿No era este nivel de comprensión lo que quería? Rey comprende, de alguna manera, ella comprende.

―Recién entonces, ya casada, me topé de vuelta con este libro ―le informa―. Un libro que habla sobre criaturas que no podrías imaginarte, en algunos casos, en lenguas indescifrables o inventadas. Muchas de ellas tontamente descriptas, hazañas imposibles, cosas simplemente incapaces de suceder..., excepto por una de estas criaturas.

―Los Ren ―se le adelanta Kylo, y Rey mantiene una sonrisa dócil.

―Los Ren ―coincide―. Entonces, resulta que este extraño que tanto me ha ayudado es algo así como un espíritu que se encarga de guiar a otros espíritus al más allá. Alguna vez, Ben Solo fue un niño que murió una muerte violenta y, en lugar de lastimar a nadie, decidió guiar las almas de las personas que estaban tan asustadas como él lo estuvo, al más allá. A cambio, olvidó todo aquello que sufrió en vida, y al momento de perderla.

Kylo atisba la ilustración de la página: un hombre vestido exactamente como él, pero rubio, levanta su mano y señala hacia el horizonte, mientras una neblina celeste emprende el rumbo hacia el lugar.

―¿No te parece noble? ―tantea Rey en un susurro.

Kylo se encoge de hombros.

―Parecía la única opción viable en ese momento. Eso es lo que recuerdo.

―Pero rompiste las reglas. ―En su voz no hay reproche, mas en sus ojos hay algo así como lástima―. Interferiste activamente en la vida de un humano y... dicho humano fue capaz de verte.

»Esa noche. Sé lo que hiciste. Lo he sabido por un tiempo ya.

Las palabras se le escapan antes de que pueda hacer algo para detenerlas:

―Eso fue un error.

Rey enarca las cejas debido a la sorpresa.

―¿Preferirías haberme dejado morir?

―No dije que lo hubiera enmendado ―replica Kylo―. Solo afirmo que fue un error.

―¿Un error que habrías cometido otra vez?

Debería mentir. Pero no lo hace.

―Una y mil veces.

Rey se endereza ―se ha ido curvando al hablar con Kylo― y deja el libro a un costado.

―Ben, no sé cómo hacer para que esto funcione, pero...

Un gemido lastimero se escucha, y tarda un segundo comprender que procede de su garganta.

―Ese no es mi nombre. Y no sabes lo que dices.

Sin dejarla decir más, Kylo se levanta, atraviesa la puerta, y huye. 

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