Capítulo VII

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And I wish I was special

Cuando la encuentra llorando y murmurando el nombre del chico entre sollozos («Poe», una y otra vez, una y otra vez), se frena a sí mismo para no colocar su mano sobre su hombro.

Esta es una regla que no puede romper, y que aún, de cierta manera, respeta: no interferir en la vida de los vivos.

Ella calla de repente.

Y él no sabe si desea decirle algo, si desea que ella de hecho pueda escucharlo.

Rey levanta la vista.

Afuera, la mañana es soleada.

Su teléfono suena, pero ella no lo atiende.

«Toma la llamada», desearía decirle. «Tómala, es un regalo».

Finalmente, los dedos trémulos aprietan el botón verde.

—¡Es un milagro, Rey! —La voz de la madre del chico se escucha claramente—. ¡Poe está vivo! Por un momento pensaron que su corazón se detuvo, que ya era tarde, pero de alguna manera...

Rey vuelve a romper en llanto, esta vez de alivio y felicidad.

Él aprieta los puños.

Intenta fuertemente no pensar en la madre de dos hijos que ha sufrido un infarto repentino a apenas unos metros del lugar del accidente.

Por su culpa.

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