Epílogo

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Rey espera ansiosa en la sala de su hogar, sus uñas mordisqueadas sin que haya sido posible evitarlo. Entonces, cuando la puerta se abre en medio de la tormenta y las furiosas gotas de lluvia y el viento penetran en su residencia, puede ver que nada de esto viene solo.

Él está en la puerta, y ella corre a abrazarlo.

―¡Ben! ¡¿Dónde estabas?! ¡¿Estás bien?!

Sus dedos no alcanzan a palpar lo suficiente del hombre que se encuentra frente a ella. Es como si temiera que fuera a desaparecer.

(Algo que ha dejado de hacer hace tiempo).

―Estoy bien ―le asegura él y la rodea con sus brazos en lo que solo puede definirse como un abrazo cálido―. Estoy bien. Todo salió bien.

Rey guarda silencio a la par que intenta tragarse las lágrimas.

Es entonces cuando cae en la cuenta...

―Espera. Si todo salió bien, eso significa...

Se aparta de él como tratando de ver algún cambio. Él solo toma su mano y la besa antes de apretarla contra su rostro.

―Los vecinos dejarán de pensar que hablas sola.

Rey le da un golpe en el hombro entre risas.

―¿En serio...? Eso es... Eso es...

―De hecho, posiblemente estén llamando a la policía ahora mismo ―le advierte―. Creo que la Sra. Organa me vio viniendo hasta aquí. De seguro estará avisando a la policía sobre un hombre vestido de negro que acaba de irrumpir en la casa de su vecina...

―¡OH, NO!

Ante esto, Rey se separa de él y corre a tomar su móvil. Él no atina a nada más que romper en una sonora carcajada mientras mira a Rey llamar a la señora Organa y explicarle todo sobre su «nuevo novio» y que oh por favor no llame a la policía solo surgió un imprevisto y por eso está aquí a esta hora y con esta tormenta.

Cuando Rey cuelga el teléfono y lanza un suspiro, se gira hacia él.

―La Sra. Organa te manda sus saludos, te pide disculpas, y dice que eres un «muchacho muy apuesto» al que estaría encantada de invitar a tomar té una tarde de estas.

Hace una mueca de «¡qué sorpresa!» y Rey golpea su hombro.

―¡No te burles!

―No, no, solo me sorprende lo directo de las mujeres humanas...

―¡Podría ser tu madre! Es más: creo que más que nada quiere adoptarte o algo, es ese tipo de persona, lo veo en sus ojos.

Él gira los ojos.

―Y de todas maneras ―lo acusa Rey―, sabemos que te gustan las mujeres humanas y lo directas que son, ¿o no?

―Hm... ―finge pensárselo―. Podría ser. Tal vez si...

Empero, Rey ya se ha arrojado a sus brazos, y él reacciona rápidamente como para levantarla en el aire a la vez que Rey rodea su cuello con sus brazos.

―Cállate y bésame, Ben ―le dice entre risas―. No esperaré para siempre.

Piensa en discutírselo ―«has esperado por mí antes»―, mas se decide por simplemente hacer lo que Rey le dice.

La besa una y otra vez sin importar que afuera la tormenta ruja y asole todo a su paso. Rey ríe y llora lágrimas de felicidad.

Porque, al fin, tras Poe, tras Finn, tras el inmenso amor de ambos y hacia ambos, Rey está justo donde debe estar en este momento: entre los brazos del hombre que la salvó, del hombre que ama.

¿Y Ben Solo?

No será fácil: ha recuperado sus recuerdos y su dolor, y ahora tiene un nuevo mundo que descubrir y un montón que le queda por aprender sobre relaciones humanas.

Pero todo estará bien, sí.

Estará bien.

Porque...

―Al fin... ―A Ben, también, se le escapan lágrimas de felicidad―. Al fin estoy al lado de la persona que me devolvió la vida, Rey... Al fin estoy...

A tu lado. 

A tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora