A tu lado

Capítulo XXXII

But I'm a creep

Kylo responde el beso sin poder evitarlo. Es una sensación desconocida y algo aterradora (incluso para alguien como él), pero, como siempre que se trata de Rey, él la sigue adonde sea. Rey se pierde entre sus brazos, y él coloca sus manos en su cintura, deseando que este momento nunca termine, que nunca nadie los separe...

Hasta que recuerda quién es.

Se aparta de Rey sin ser brusco, e intenta inventar una excusa.

―Mis manos están sucias ―se justifica a la par que retrocede y enseña sus dedos llenos de tierra―. Ah, no quiero ensuciarte también...

Rey se muerde el labio como para no reír, y replica:

―Tus excusas son tan tontas, Ben.

Y antes de que él pueda defenderse, vuelve a besarlo.

Esta vez, él no deja que el beso dure lo suficiente como para perderse; da un paso atrás, y el contacto se acaba. Rey lo mira con algo que él alcanza a identificar como confusión y decepción al mismo tiempo.

Kylo se percata de que este es el momento en que todo se romperá entre ellos.

Y será doloroso, para ambos.

Pero es lo correcto.

―Rey, yo... Ni siquiera sabes quién soy.

Kylo puede sentir la frustración en su voz. Espera que Rey la sienta también, que no piense que esto es una broma o un juego.

Rey aprieta los brazos contra los costados y levanta la mirada al cielo.

―Te estás equivocando ―murmura como si le hablara al sol.

―No, eres tú la que se equivoca. No tienes idea de...

―Sé perfectamente quién eres, Ben Solo. El hombre que estuvo a mi lado. Mi amigo, eso eres.

Kylo niega con la cabeza, y se granjea la atención de Rey de vuelta.

―No, no lo soy. ―Vuelve a mirar sus manos, llenas de tierra y una que otra hoja de zanahoria―. Y mis manos están sucias.

Rey vuelve a acercársele dando un paso y Kylo no sabe si huir o permanecer en su lugar.

Esta vez, su voz es más firme, y sus palabras de una seriedad mortal:

―Sé perfectamente quién eres, Kylo Ren.

Él se queda parado en su sitio sin saber qué decir. Rey, mientras tanto, toma sus manos y las coloca contra sus mejillas sin dudar.

―Y tus manos sucias no me asustan.