CAPÍTULO 5

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No hay muchos coches o personas andando por las calles de Seúl. La ciudad está casi muerta dado a que son casi las dos de la madrugada, no hay mucho tránsito y el ambiente se siente más tranquilo y silencioso.

Aunque dentro del coche no es precisamente la tranquilidad la que reina.

Luego de recibir la angustiosa llamada de Namjoon, disculparme con YoungHo y de rogarle a una de mis compañeras para que me cubriera en el turno de noche en el hospital —cosa que fue extremadamente difícil de conseguir a pesar de que estaba ofreciendo una buena paga—, bajé a las afueras del hospital para encontrarme con un Namjoon algo enojado.

No entendía el por qué se encontraba así y es la hora y aún no lo logro comprender, pero he estado ignorándolo para que no se me contagie el mal humor de mi cónyuge.

Todo el trayecto ha sido así. Su mandíbula tensa, sus nudillos pálidos a causa de estar estrangulando el volante con sus manos y su silencio torturador. Solamente ha abierto la boca un par de veces para explicarme en el menor número de palabras posibles la situación.

No he podido hacer nada más que morder mis nudillos —por no morder y arruinar mis uñas— a causa de los nervios y la preocupación que estoy sintiendo mientras miro fijamente el paisaje desolado por la ventana del auto.

Veo la clínica privada alzarse a unas cuantas calles delante de nosotros y sólo nos basta unos cuantos segundos para llegar a nuestro destino.

Salgo rápido del auto y camino —prácticamente corro— hacia la entrada sin percatarme si Namjoon me sigue. A él no le toma mucho alcanzarme y tomarme por el brazo, apretándolo fuerte —y quiero suponer que lo hace por llevarme aún más rápido hasta nuestro destino final y no por su extraño mal humor—. Me arrastra hasta uno de los ascensores y marca una de las plantas. Esperamos en silencio hasta que la caja metálica se detiene.

Salimos y busco en los nombres que están marcados al lado de la puerta de cada una de las habitaciones el nombre de mi papá.

Observo fijamente el nombre marcado en negrilla sobre el cartel blanco y suspiro. Corro la puerta a un lado y el dolor se acentúa en mi pecho al ver a mi padre postrado en la cama del hospital. Su semblante se ve deteriorado y sólo puedo correr hacia él para abrazarlo fuertemente, aguantando las ganas de sollozar contra su hombro. Me separo de él y sostengo sus rechonchas y tiernas mejillas entre mis manos para verlo a los ojos.

—¿Cómo estás? ¿Qué sucedió? ¿Qué dijeron los médicos? ¿Estás grave? ¡Te dije que no te estresaras ni te alteraras a causa de tu trabajo! —mi padre suelta una risita al verme en ese estado de desesperación y preocupación y acaricia mi mejilla con el dorso de la mano que no estoy sosteniendo.

Lo miro a los ojos para llenarme de aquella tranquilidad y paz que él intenta transmitirme por medio de aquel gesto tan cariñoso.

—Estoy bien, cariño, no sé por qué hacen tanto alboroto —giro para ver a Namjoon para ver si puede explicarme algo así sea con la mirada, pero se mantiene mirando el suelo con sus manos metidas en los bolsillos delanteros de su pantalón clásico y su mandíbula tensa —, sólo fue algo pequeño...

—Algo pequeño que pudo haberte matado. —le riño tal cual madre a su hijo pequeño que cree estar haciendo bien cuando es todo lo contrario. Papá suelta un lago suspiro que parece ser eterno y alterna una vez su vista entre Namjoon y yo.

¿Por qué has venido hasta ahora, cariño? Tu madre te estaba esperando, pero le pedí que se fuese ya que Namjoon-ah estaba aquí, pero tú no llegabas, ¿pasó algo malo?

Mis cejas se fruncen ante las palabras de mi padre y mi confusión llega a un gran punto cuando logro comprender todo lo que sus palabras abarcan.

ESPOSOS CON DERECHOS;️ K. Namjoon ✔ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora