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Lena estaba en un momento lleno de éxtasis y adrenalina, no distinguía nada más que a su oponente en el cuadrilátero, mientras su entrenador le daba ánimos para que acabase con él

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Lena estaba en un momento lleno de éxtasis y adrenalina, no distinguía nada más que a su oponente en el cuadrilátero, mientras su entrenador le daba ánimos para que acabase con él. Si ganaba la competencia local en Nashville, la tomarían en cuenta para una buena beca universitaria que tanta falta le hacía. No es que Lena fuese pobre, su padre es un médico honorable y reconocido en todo el estado de Tennessee, simplemente ella era demasiado cabeza hueca y testaruda como para aceptar su ayuda. Ya tenía suficientes gastos de la boda con la madre de Abigail.

—¡Más concentración, Crabbits! ¡Debilita a tu oponente con el poder de tu mirada! —gritó su padrino.

Ja, cómo si eso fuese algo difícil para ella.

Lena tenía enganchado a su oponente, lo miraba con frialdad. Hizo el amague perfecto para golpear con la zurda, y lo sorprendió con un golpe  por el costado derecho. El chico cayó noqueado en el suelo. Sí... Una víctima más de Lena Crabbits. Algo habitual en un día de entrenamiento.

—Crabbits, ¿qué te he dicho sobre noquear en los entrenamientos? —la regañó.

Ella se encogió de hombros. Caminó hasta el pasillo del gimnasio y sacó una ración de alitas de pollo en salsa teriyaki. Su padrino se acercó a ella después de verificar si el muchacho estaba bien.

—Ay cariño, ¡cómo desearía tener tu metabolismo! —dijo entre risas, sentándose a su lado. Ella rio un poco, ofreciéndole una alita.

—Padrino, una al año no hace daño.

—Bueno... Que tu madrina no me joda cuando llegue en la cena, amén. —Se la comió—. Dime algo, ¿por qué hoy no fuiste a Muzes?

—Día libre.

—¿Problemas con Abigail? —acertó.

Justo en el clavo.

—Los de siempre, padrino —mintió. No iba a decirle que la besó—. Además, tengo algo que hacer hoy.  

—¿Tiene que ver con Matheus?

Ella lo miró, con tristeza y rencor en su semblante.

—No pararé hasta darle su merecido.

—Cariño... Deberías rendirte y dejarle eso a los que saben, ¿okey?

¿Estaba bromeando? Ella no iba a detenerse solo porque él se lo pidió. Asintió para no alarmarlo con cometer alguna locura, más de las que ya tenía en mente. Terminó su comida, le dio un beso en la frente a su único amigo y familia, para encaminarse a una ruta que se había convertido en su rutina.

Con la capucha puesta y unos lentes de sol perfectamente encajados en su rostro, trotó en un ritmo suave para no cansarse demasiado o levantar sospechas de sus acciones; el combate ya le había agotado algunas fuerzas, y las alitas de pollo no le ayudaron de a mucho.  Dejó algunos parques y locales atrás, aproximándose a una calle en los suburbios de la ciudad. Aumentó el ritmo hasta llegar a la casa de la que en repetidas ocasiones fue la invitada de honor, miraba la fachada de aquel sitio al que consideró su segundo hogar alguna vez con desasosiego. 

Se dice de mí ® │CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora