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Semanas después

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Semanas después...

Un flotador en forma de pizza se ondeaba a la par del viento que traía consigo una brisa marina reconfortante. Las palmeras y gaviotas ejecutaban su sinfonía playera, anunciante de una tarde calurosa en las fabulosas islas de la Polinesia Francesa. 

A orillas de la piscina, dos chicas se dejaban llevar con los rayos del sol acariciando sus ahora bronceadas pieles y compartían una piña colada directa de un coco que servía a la vez de vaso. Abigail se acomodaba sus lentes de sol debido a la intensidad del mismo, perdida en un estado de calma y felicidad completa por tener a su familia completa —o mejor dicho, casi completa— juntos. 

Los días posteriores al evento concerniente a Matheus fueron agónicos para todos. En especial para ella. Y es que, a pesar de no sufrir algún daño físico como Kyle o Arthur, tenía una cicatriz aún más difícil de sanar: Heridas mentales. Cuando visitaron al mayor de los Coleman en el hospital, se dirigió voluntariamente en compañía de Lena y sus padres a un psicólogo. Tenía una ligera adicción con el manejo obsesivo y el orden de todo lo que rondaba en su perímetro, por lo que fue recomendada a un psiquiatra para un mayor control a su problema. 

Le medicaron pastillas relajantes y que se mantuviera serena y tranquila para que su cerebro dejase de sentirse amenazado todo el tiempo. Fue demasiado cuesta arriba, no lo iba a negar. Más sabiendo que su amiga Lex se embarazó de su primer amor, aquella noticia sí que la tomó por sorpresa y le complicó la tarea a todo el equipo médico al pendiente de su caso.

Por ende, decidió culminar la secundaria en California al lado de su hermana Claire. Así se iría acostumbrando al clima de la costa y a la universidad de Stanford. Se pasó noches enteras sin dormir pensando en la beca que debía ganar, y así fue. Consiguió una beca al cien por su esfuerzo y porque llegó a un delicioso acuerdo con el decano; abriría un pequeño Muzes para atender a toda la población estudiantil. Empezaría en septiembre y a raíz de todos los problemas suscitados en los últimos meses, Lucero cambió la fecha del viaje. 

Una excelente manera de celebrar su admisión a tan prestigiosa casa de estudios.

Aunque para Lena ha sido todo lo contrario. 

—No te desanimes, hay muchas otras Universidades esperando por ti —le animó.

Sin embargo, la rubia de las trenzas africanas y una flor en el cabello no se inmutó ante sus palabras.

Dio un sorbo al cóctel, observó a su hermanastra y soltó un suspiro lleno de incertidumbres, dudas y miedos.

—Es que ni siquiera tengo idea de lo que realmente quiero. No lo sé, Abs. —Arrugó la frente, como si estuviese en una pelea interna consigo misma—. Una parte de mí desea ser doctora como mi papá, otra parte sueña con seguirle los pasos a Hayley y también está el hecho de que lo único que tengo ahora son los guantes de boxeo. Son demasiadas cosas. Definitivamente que convertirnos en adultas es una mierda. Me cuesta elegir.

Se dice de mí ® │CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora