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—¿Cómo dices?

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—¿Cómo dices?

—Te lo juro. Y el planeta no estalló, es más... ¡Hasta Ofelia venía marchando mejor de lo normal!

Antoine quedó perplejo. Tanto, que la cuchara con pudín de vainilla cayó al suelo en cámara lenta. ¿Su novio y su cuñada habrían hecho las pases? Todo era muy confuso ahora. Si bien no se encontraba en buenos términos con Arthur, éste lo ayudó con desgana a planificar la logística del baile oficial de otoño. Lo más triste del asunto, era la importancia que dicho evento significaba para él. Casi todo tenía el visto bueno: El lugar, la fecha, la comida... Únicamente faltaba —irónicamente—, el central neurálgico de la fiesta: La temática.

—Antón, si no te gustan mis postres solo deberías decírmelo.

El castaño fue sonsacado de sus pensamientos, hasta encarar con el perfilado rostro de su amiga. Ésta le sonreía maternalmente, no hablaba muy en serio. Vale... ¡Se había distraído más de la cuenta! ¿Lo peor? Fue pillado por Abigail. 

—Perdón Abi. Es que el tema de Arthur y el baile de otoño me tiene muy exasperado. Aún me falta la temática y buscar una rubia que me acepte veinte dólares por fingir ser mi pareja esa noche. Aunque como el pendejo de tu cuñado inventó que son italianas, creo que veinte dólares es muy poco dinero si entre los requisitos está parlare el idioma. ¡Se suponía que Arthur me iba a ayudar con eso! Voy a explotar, Abi. Estoy tan ocupado planificando esto que no he tenido tiempo de hablar con el señor Robert sobre el temperamento de Arthur.

—Tienes razón. ¿Sabes? He visto a Lena muy rara estos días en el café, está como feliz y nerviosa al mismo tiempo. Ansiosa, diría yo. Creo que debería hablar con ella y preguntarle qué pasó esa noche. Algo me dice que se metió en más problemas... 

—La forma en que te preocupas por ella es tan tierna, Abi. ¡Son tal para cual!

Ella ahogó una risa. ¿Qué no captaba aún?

—Lena no es mi novia, Antón.

—Sí, claro. Y yo tengo una novia rubia italiana de un metro ochenta esperando por mí en Milán. 

La aludida hizo una mueca, y se perdió en el mostrador. Antoine tenía la costumbre de emparejar a medio mundo, como si todos pertenecieran a la comunidad LGBT. Era un acto inclusivo muy tierno y moderno por su parte, sin embargo, ella era más heterosexual que ni la misma Lex. Nuevamente se lamentaba en que su amigo fuese gay. Antoine era sinónimo de belleza, inteligencia, carisma y empatía. El paquete completo del hombre de sus sueños, y algo que Arthur no valoraba en lo más mínimo. Cuando Antón se fue de Muzes, Abi procedió a cerrar el local por la jornada del día. Debía dirigirse hasta el gimnasio, su objetivo era claro: Averiguar qué tiene a Lena tan extraña. 

Y saber si Arthur estaba involucrado.

💎 💎 💎

La rubia golpeaba sin cesar el saco de boxeo. Llevaba dos días algo nerviosa y a la expectativa sobre su fechoría a Matheus. ¿Por qué no se ha reportado? ¿Se habría rendido? ¿Habría molestado a Arthur? No supo nada del rubio desde aquella noche. Faltó al entrenamiento del equipo de fútbol por el inicio de las competencias en el ring, inclusive hasta ha faltado en Muzes. Su cerebro se encontraba enfocado únicamente a visualizar unos guantes y conectar golpes. Para su sorpresa, vio la delgada figura de su hermanastra cruzar el galpón, su olor a chocolate y horno se mezcló con el sudor que emanaba de los demás presentes en el cuadrilátero; el resultado era asquerosamente delicioso.

Se dice de mí ® │CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora