—Un late de vainilla bien cargado, por favor. Ah, y si luego me puede dar un té de hierba buena, se lo agradecería mucho.
Lena fingió no sentirse ofendida. Llevaba dos semanas trabajando en el café de la recepción del muy prestigioso edificio y estaba muy aburrida... ¿Cómo es posible que todos le piden un té en vez de un café? No sabían de lo que se estaban perdiendo. Nadie tiene la dicha de beber un café tan estéticamente perfecto y sabroso como el de ella, ¡ja! Si fuese mayor de edad, hubiese competido en la contienda mundial de Aeropress.
A poco unas diez personas eran los que frecuentaban beber algo de su café. Al final, el día transcurría lento cuando habían pleitos con el Brexit y rápido cuando la libra aumentaba su valor unos puntos en la bolsa. Su trabajo consistía en sentarse en la barra, ver televisión, esperar a que algún tonto dejase de ser tan agarrado y fuese a por algo de comer. De vez en cuando Kyle y Carlo bajaban a almorzar junto a ella para luego continuar con sus rutinas grises.
Su día comenzaba realmente cuando se iba a entrenar. La paga de Kyle era una exageración —Como casi todo lo que estaba relacionado con un Coleman— pero bueno, lo tomaba como un halago ante su habilidad con el barismo. Además, convenció al rubio cenizo para que fuera al gimnasio con ella; así ocuparía su mente en algo más que estar frente a una pantalla haciendo cálculos matemáticos y de guerra si se trataba de cualquier juego en línea.
La rubia se hallaba golpeando sin compasión un saco de boxeo, estaba algo tensa ante el estrés ocasionado días atrás por el viaje a la Polinesia Francesa que le esperaba en unos meses; saber que en menos de lo que cantase un gallo culminaría la secundaria y sería el momento de tomar su decisión final: Volver con los fierros a volar cabezas en Nashville u olvidarse de todo y emprender una nueva vida en Londres. No lo iba a negar, ambas ideas eran muy tentadoras.
Dio un puñetazo. Se imaginó el rostro de Matheus.
Ese maldito asesino... ¡Hijo de perra! No le bastó con arrebatarle a su madre, sino que también enloqueció incendiando el local de Abigail. Y ella, como siempre, aceptando los castigos a costa de la felicidad de terceros. Vale, tal vez detestaba a Abs, pero la soportaba más de lo que odiaba la existencia de Matheus Callaghan. Ejecutaba ganchos y golpes a medida que seguía inmiscuyéndose en las profundidades de sus pensamientos y demonios, que estaban a nada de ser liberados. Por un momento pensó, ¿Arthur estará haciendo algo para atrapar a ese degenerado? Un poco de nostalgia y culpa se cernió en ella; debido a que se alejó sin decir palabra alguna, y conociendo a su caballero... Estaría moviendo cielo y tierra por demostrarle a todos que su acusación al profesor Callaghan era real, y que lo único que le esperaba era la cárcel.
Aunque habían fotografías que demostraban lo contrario. Y fue como su alma navegó desde los mejores recuerdos de su vida al lado de su madre, el boxeo, Muzes y Arthur; hasta el instante en que vio las llamas consumir el negocio de su hermanastra, el cadáver de su madre irreconocible, imaginarse a Arthur volviendo con Antoine... La forma en que, por primera vez en su vida, se entregó a otra persona en alma y cuerpo, no como comúnmente había hecho, dejarse llevar por las hormonas. Revivió el dolor que sintió al ver las fotografías del Australopithecus Estrella junto al algodón de azúcar humano relleno de cianuro, y propició una patada con todas sus fuerzas al saco de boxeo.
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Se dice de mí ® │Completa
Teen FictionSe dice que Lena Crabbits es lesbiana porque fue expulsada de un instituto para chicas. Es una boxeadora muy gruñona. Se dice que Arthur Coleman es el chico más candente y rudo en todo Cronick High School. Es el capitán del equipo de fútbol american...