Capítulo 11. Los dieciocho de una Seid

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Cuando desperté, ya con el sol casi en la mitad de su recorrido, pude observar como Jensen dormía en un sillón cerca de la cama en la que estaba recostada. Pocos segundos después de estarle observando casi hipnotizada por lo suave que se veía su rostro durmiendo –todo lo contrario a como estaba acostumbrada los últimos días en los que en su rostro reinaba la dureza y la preocupación–, vi a Geri olisqueando sus pies, moviendo la cola con la clara intención de tirarse a juguetear con ellos.

Antes de que lo hiciese y para evitar que lo despertase, me levanté de la cama sin hacer ruido y me acerqué a Geri con cuidado. Este se puso a dos patas cuando se percató de que estaba detrás de él y yo lo cogí entre mis brazos para llevármelo de allí y dejar dormir tranquilamente a Jensen. Sin esperármelo, y con una rapidez sobrehumana, noté la fuerte mano de Jensen agarrarme el brazo, empujándome para después caer en la cama, dejando a Geri entre los cojines para que no se hiciese daño.

En un abrir y cerrar de ojos, Jensen estaba colocado encima de mí, con una mirada muy oscura y con una posición ofensiva que incluso me hizo sentir miedo durante algunos segundos. Yo le miré, extrañada e intentando no respirar, pues su rostro estaba muy cerca del mío. En cuanto se dio cuenta de que era yo, aflojó su brazo y su mirada oscura volvió a ser la de siempre, ahora con un brillo de arrepentimiento y culpa.

– Mierda, yo... ¿Te he hecho daño? –dijo, notando su aliento en mi rostro al estar tan cerca.

– Em, yo... lo siento. Geri estaba a punto de morderte los pies y lo cogí antes de que te despertase.  Perdona si... –no sabía qué decir. Estaba realmente impactada por lo que acababa de ocurrir.

Él, tras percatarse de que seguía encima de mí y de que aquello me incomodaba, se sentó en la cama y me ayudó a incorporarme.

– Perdona, Lena. Ha sido un reflejo. Noté algo moverse enfrente de mí y con todo lo que ha ocurrido estos días estoy excesivamente en alerta –se explicó, alborotando su despeinado pelo visiblemente avergonzado.

– No pasa nada –le tranquilicé al verle realmente sentirse culpable–. Al menos sé que estaba segura contigo –acabé intentando sonreír.

– Eso no lo dudes –replicó devolviéndome la sonrisa.

A pesar de estar sentados en la cama, seguíamos estando muy cerca y darme cuenta de eso me puso aún más nerviosa de lo que ya estaba. Jensen me miraba fijamente, sin pestañear, con una expresión relajada que solo hacía que trasmitirme ternura y ganas de besarle. Ese último impulso me hizo enrojecer y al fin pude salir de aquella situación tan extraña, incómoda aunque a la vez agradable.

– Buenos días –dije siendo lo único que se me ocurrió en aquel momento, haciéndome sentir como una completa idiota y, cómo no, provocando la risa de Jensen.

– Sí, buenos días –respondió él levantándose de la cama–. Deberíamos bajar, seguro que Hans y mi padre ya habrán llegado.

– Claro.

Jensen me acompañó a mi habitación, en la cual me vestí mientras él me esperaba fuera para bajar juntos. Me puse un vestido azul marino de tirantes y escote de pico junto a un cinturón marrón y bajé con Jensen al comedor, nerviosa, pues escuchaba las voces de Hans y Christopher hablar con los demás.

Me sentía impaciente por lo que tuviesen que explicarme, por saber más sobre todo lo que estaba ocurriendo y Jensen, al notarlo, cogió mi mano por unos segundos, dándome un apretón que provocó un agradable y suave escalofrío por todo mi cuerpo.

– No te preocupes, todo irá bien –me animó con una gran sonrisa–. Todos pasamos por esto. Yo estaré contigo para lo que necesites.

No supe por qué, pero aquellas palabras me tranquilizaron más de lo que cabía esperar.

Aadhya: El resurgir de los Seid © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora