Capítulo 25. A la luz de las velas

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No podía dejar de pensar en lo bueno que era Jensen siempre conmigo. Incluso a pesar de lo ocurrido entre nosotros –a pesar de haberle roto el corazón–, seguía tratándome como si fuese su bien más preciado. Todo lo que me hacía sentir cuando estaba con él, en quién me convertía cuando estaba a su lado era lo que quería ser y sentir.

Enseguida llegué a casa y a la hora de comer mi felicidad y mi cambio de humor se notaron demasiado. No dejaba de hablar sobre el trabajo, sobre lo bien que iba todo y lo bonita que era la vida en general.

–Madre mía, hija –apuntó Hans algo saturado por mis palabras–. Parece que te hayan inyectado felicidad –rió–. Me alegra verte bien.

–Seguro que tiene que ver con esa carta que enviaste a Jensen –soltó Aria, a quien le había contado todo días atrás.

La fulminé con la mirada.

–Ha vuelto –dije, para evitar preguntas incómodas.

–¡¿En serio?! –gritó Aria emocionada– ¡¿Por ti?!

–Ha vuelto y ya –sentencié tirándole una servilleta para que dejara de gritar.

–No sé qué es lo que pasó entre vosotros, pero me alegra verte bien –añadió Adele con algo más de contención pero sin disimular su traviesa sonrisa.

–En fin –dije incómoda–. Voy a descansar un poco, que estoy agotada. Esta noche cenaré con...

–Jensen, obvio– dijeron madre e hija al unísono ante la divertida mirada de Hans.

–La próxima vez me guardo mi felicidad y no os cuento nada –bromeé levantándome de la mesa para dirigirme a mi habitación.

Allí me dejé caer en la cama, suspirando, contenta por poder descansar y, por qué negarlo, por saber que en pocas horas vería a Jensen y podría disculparme y explicarle todo lo que sentía por él.

Me quedé dormida rápidamente junto a Geri, quien a pesar de la alegría con la que me recibió –contagiado por mi comportamiento–, pareció entender que necesitaba descansar más que nunca.

Fue él mismo el que me despertó horas después lamiendo mi rostro. Y menos mal que así fue, pues eran casi las siete y debía prepararme. Me di una ducha rápida y me puse una crema hidratante de Gyda que olía a vainilla. Opté por ponerme un vestido con la parte superior con escote bardot con detalles azul marino en espiral bordados encima de una tela semi-transparente de color beige que caía a partir de la cintura en una falda de tul que siempre me había encantado. Se acercaba el buen tiempo y pensé que sería una buena opción.

El pelo me lo ondulé como de costumbre y me lo recogí de un lado, echándolo hacia atrás, poniéndome un adorno en la oreja que quedaba libre que simulaba una flor blanca. No me maquillé demasiado, solo marcando mis ojos y peinando mis pestañas y, justo unos segundos antes de que escuchase a Jensen llamar a la puerta, estuve lista.

Bajé las escaleras y allí le encontré, hablando con Hans y Adele, quienes se alegraban de verle mientras conversaban animadamente.

–Vaya, Lena. Que guapa te has puesto –comentó Adele para chincharme.

–Tienes suerte, Jensen –le dijo Hans–. Te vas a cenar con una de las jóvenes más bellas de la ciudad.

–¡Papá!– le riñó Aria desde el salón, quien como de costumbre estaba atenta a todo.

–He dicho una, Aria. Tu eres otra– le aclaró a su hija entre risas.

Jensen sonreía ampliamente por aquella situación, pero no me quitaba los ojos de encima, cosa que me inquietó como de costumbre.

Aadhya: El resurgir de los Seid © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora