Capítulo 35. Traición

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La figura de un Guardia me observó desde la abertura de la puerta. Me levanté usando todo mi empeño, arrastrándome por la superficie de la pared rasgando mis brazos desnudos.

–Sácame de aquí inmediatamente –le ordené.

–No puedo hacer eso.

–¡Sácame ahora mismo! –seguí gritando.

- ¡Cálmese, señorita! Su familia se encuentra regresando a la Villa en estos momentos. Todo irá bien.

Me quedé paralizada y mi cuerpo volvió a caer al suelo. No podía creerlo. Si mi familia estaba regresando y, como suponia, aquel hombre era de La Guardia de Astair ellos mismos eran los que me habían encerrado allí después de que Jensen me drogara.

Era ya entrada noche y eso quería decir que todos habían ido a detener el ataque de los rebeldes y lo habían hecho, cómo no, tal y como querían: sin mí. ¿A caso las imágenes que había visto al despertar se correspondían con lo que había podido ocurrir?

–¿Qué hora es? –pregunté al Guardia en un hilo de voz.

–Pasada la medianoche.

Seguía sin poder creer que Jensen me hubiese drogado para después retenerme en aquella celda con la aprobación de mi familia, en contra de mi voluntad. No estaba dispuesta a perdonarles algo así.  Me sentí totalmente traicionada, anulada, y la rabia y el enfado que sentí en mi interior hacían temblar el suelo del edificio.

–¡Quiero salir de aquí! –grité una vez más, provocando que un estruendoso rayo cayese muy cerca del edificio.

–Cálmese –pronunció el Guardia algo asustado.

–¡Deja de decir eso! –seguí gritando.

Escuché como Geri gruñía a aquel hombre, que bien sabía que no tenía la culpa de nada, pero mi rabia y mi furia eran tan exageradas que en aquel momento no podía pensar absolutamente con nada de claridad. El hombre parecía estar aterrado tanto por mí como por Geri, pero divisó algo en el pasillo que pareció calmar su temor.

–Menos mal que ha llegado. Acaba de despertar –le dijo a alguien.

El Guardia se retiró y enseguida pude divisar el rostro de Jensen a través del visor. Estaba sudado, con algún que otro rasguño en su rostro, pero lo que más me llamó la atención fue el arrepentimiento y la profunda tristeza que leí en su mirada.

–Sácame ahora mismo de aquí, Jensen –le ordené conteniendo toda aquella ira que fluía por todo mi cuerpo y derramando una lágrima.

–Lena... –susurró con su voz quebrada.

–¡Abre la maldita puerta! –Otro rayo iluminó el cielo resonando por la estancia.

–¡Haz el favor de no alterarte y escúchame! –gritó él.

Su voz, cansada, se escuchó por todo el edificio y vibró en mi interior, apaciguando mi cólera e incluso haciéndome retroceder. Realmente había resultado imponente.

Jensen suspiró y abrió la puerta. Yo retrocedí, concentrando todas mis fuerzas en mis piernas para no flaquear y desvanecerme. Aún me sentía débil y mi estado de ánimo tampoco ayudaba.

Se acercó a mí, prudentemente y mirándome a los ojos con un profundo dolor.

–¿Qué ha ocurrido? ¿Estáis todos bien? –pregunté antes de reprender nuestra discusión.

–Sí. Todos bien.

–¿Y Lillian? –seguí preguntando.

Los ojos de Jensen se inundaron entonces y sentí ponerme pálida. Algo no había ido bien.

Aadhya: El resurgir de los Seid © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora