Capítulo 37. Regreso

430 46 43
                                    

           

El barco aguardaba en el puerto y ya se avistaba a los apresurados marineros listos para zarpar. Varios habitantes de la ciudad vinieron al puerto a despedir al barco, dado que la familia Larson era muy querida y a nosotros nos veían como la familia que había venido a salvar a su pueblo.

La nave no tardó en zarpar. Nos esperaban varias horas hasta llegar a casa y el estado algo agitado del mar no auguraba un viaje agradable. Decidí ir a mi camarote, para poder dormir durante el viaje tal y como había hecho en la ida, pero a pesar de estar tumbada durante minutos que parecieron horas fui incapaz de cerrar los ojos para más que parpadear.

Mi interior se encontraba completamente revuelto por los últimos acontecimientos y mi mente no dejaba de darle vueltas a todo lo que había pasado durante las horas que pasamos en Astair: la cena con El Consejo, el ataque en la misma, el reencuentro con Tristán, el ataque real del que me dejaron fuera a costa de drogarme, la salvación de la ciudad...

Nunca había vivido cosas tan intensas en tan poco tiempo y mucho me temí que debía acostumbrarme a aquello a partir de entonces. Tampoco podía dejar de sentirme mal por no haber podido ayudar a Lillian, y es que en parte seguía dudando de lo que hubiese pasado si hubiese podido ir o al menos no estar inconsciente.

La «buena noticia» era que El Consejo, por fin –y según me dijo Hans– había puesto grandes medios y efectivos para combatir a los rebeldes y eso solo significaba que la guerra ya era oficial. Sí, con dieciocho años iba a vivir una guerra en la que íbamos a estar implicados a niveles que entonces ni siquiera llegaba a comprender y tan solo deseaba que nadie inocente resultara herido, algo casi imposible cuando se trata de un conflicto bélico como aquel.

–¿Puedo pasa?– oí que alguien preguntaba tras dar tres suaves golpes en la puerta del camarote.

Se trataba de Lis y se quedó bajo el marco de la puerta esperando una respuesta por mi parte.

–Claro –respondí sentándome en la cama.

–Verás... No quiero meterme donde no me llaman, pero quiero y creo que debo hablar contigo –dijo acercándose a mí, sonriente aunque con algo de tristeza en su mirada–. Desde que llegaste a nuestras vidas, has logrado que mi hijo recobrara la luz que tanto le caracterizaba, Lena. Ojalá todas las personas tuvieran la bondad que hay en ti y por eso sé que algún día podrás entender y perdonar a Jensen.

Mi corazón pareció paralizarse al escuchar su nombre para después comenzar a latir como si quisiera salirse de mi pecho.

–Que hubieses venido con nosotros, hubiese supuesto un peligro para ti y para todos los demás. Aunque yo no estaba de acuerdo en las formas de proceder, era la única manera de mantenerte a salvo, y eso es lo único que a él le importa. El Consejo ordenó hacerlo y tus padres se veían incapaces de hacer algo así. Jensen se ofreció para librarles de ese mal trago a pesar de conocer las consecuencias que ahora está sufriendo.

Bajé mi mirada. Escuchar a su madre hablando con tanto cariño de él mientras me pedía que intentase entenderle solo hizo que varias lágrimas comenzaran a asomar por mis ojos.

–Te adora, Lena. ¡No te imaginas cuanto! Es incapaz de que sus ojos sonrían habiéndote perdido.

–No me ha perdido, Lis. Solo...solo necesito un poco de tiempo –le aseguré.

–Claro –sonrió ella dando una suave palmada en mi hombro para después acariciarlo–. En fin, Lena. Voy a dejar que descanses. Sé que tu tampoco lo estás pasando demasiado bien, pero pronto todo se arreglará. Llámame romántica, pero siempre he pensado que el amor puede con todo.

Aadhya: El resurgir de los Seid © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora