Epílogo

664 58 97
                                    

           

–Pasadlo bien, ¡y tened cuidado! –nos avisó Lis.

Lillian se acercó a nosotros y, con una gran sonrisa, abrazó a su hermano.

–Te voy a echar de menos –comentó la pequeña.

–En tres días estoy aquí, pequeña. Mientras tanto, haz todo lo que te diga Lord Eivor.

Desde que Lillian volvió, Lord Eivor se había encargado de educarla para que pudiese controlar su magia. A pesar de ser oscura, Lillian parecía tener la capacidad para controlarla –aspecto que sorprendió a todos los miembros de El Consejo–. No obstante, se trataba de la Seid más joven en haber despertado nunca a pesar de haber sido provocado. Además, y hasta entonces, su magia había estado parcialmente controlada por los adeptos. Aunque de eso ya hacía casi dos meses.

En ese tiempo, después de volver de aquel especie de coma, me costó mucho recuperarme. La herida que había en mi estómago era muy grave y, en realidad, nadie entendía aún como podía seguir viva –incluso yo misma–. No obstante, los sanadores de Astair, varios miembros de El Consejo e incluso algunos Seid cuyos poderes podían ayudarme, no me dejaron sola en ningún momento.

Dos semanas después de despertar, pudieron al fin trasladarme a Nérida, donde pude quedarme en mi casa siempre con un sanador a mi lado. Incluso Lord Eivor se trasladó a nuestra ciudad para poder cuidar tanto de mí como de Lillian. Sin duda, no podía negarse su implicación.

Poco a poco fui sanando, aunque de una forma más lenta de la que mis poderes acostumbraban a hacer. De hecho, Lord Eivor fue el que me dijo que la herida estaba impregnada de magia negra y que, esta, seguía intentando invadir mi cuerpo, aunque cada vez lo hacía con menos fuerza.

Y allí estaba, dos meses después, al lado de Jensen dispuestos a irnos a pasar un largo fin de semana a una cabaña en la montaña. Me encontraba casi completamente recuperada y, aunque la mayoría de sanadores no me aconsejaban irme, yo creía necesitarlo.

Durante aquellos dos meses a penas estuve sola en ningún momento. Siempre había alguien conmigo, ya fuese un familiar, un miembro de los sanadores o de El Consejo y, aunque estaba enormemente agradecida con todos ellos, no podía evitar sentir que mi espacio personal había sido invadido durante todo aquel tiempo, necesitando alejarme de todo para recuperarlo.

Y qué decir de Jensen... a pesar de que casi todas las tardes estaba conmigo, a penas teníamos tiempo para estar a solas. Además, el regreso de su hermana tenía a la familia Larson completamente en una nube, además de que no la dejaban sola tampoco en ningún momento. Todos estaban pendientes de que pudiese deshacerse de todos los años en los que había vivido en un infierno, y aunque personalmente pensaba que se debía hablar con ella sobre lo sucedido, todos evitaban el tema. De hecho, era Lillian la que a veces venía a verme comentándome que era la única con la que podía expresar todo lo que sentía, pues su familia, aunque con buena intención, parecía evitar el tema.

Y ese es otro tema. El vínculo entre Lillian y yo, que ya era especial por si solo, se había fortalecido durante aquellas semanas. Era como si nos conociésemos desde siempre, como si con solo mirarnos entendiésemos lo que la otra estaba pensando y sintiendo, y tener a alguien así en mi vida era más que especial.

Lillian, después de abrazar a su hermano y sacándome de mis pensamientos, se abalanzó sobre mí para despedirse.

–Cuida de él –me pidió.

–Lo haré –la prometí tras dar un beso en lo alto de su cabeza.

–¿Qué susurráis vosotras dos? –preguntó Jensen haciéndose el celoso.

Aadhya: El resurgir de los Seid © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora