Capítulo 30. Terquedad y orgullo

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Querida Lena,

Tal y como te dije, aquí tienes mi carta. No he podido escribirte antes porque he estado muy atareado organizando el trabajo para poder volver a tu lado lo antes posible, pero después de trabajar casi sin descanso puedo decirte que este mismo domingo estaré allí al mediodía. Desde el momento en el que puse un pie fuera de tu habitación ya comencé a echarte de menos y no has desaparecido de mi mente en ningún momento, ni siquiera en sueños. Realmente te echo mucho de menos y me muero de ganas de volver a verte, de volver a abrazarte, besarte y tocarte.

Nos vemos muy pronto, amor.

Te quiero

Jensen

No pude hacer más que suspirar y relajar los músculos que habían estado tensos mientras leía aquellas palabras. Había pasado ya una semana desde que Jensen se fue y desde el minuto uno comencé a echarle de menos. No obstante, aquellos días estuve bastante ocupada como nueva integrante de la junta de los sanadores, pues hicimos varias reuniones sobre la organización del nuevo edificio y la necesidad de añadir más efectivos humanos a nuestro equipo debido a las bajas causadas desde el ataque. Incluso prosperó mi idea de crear una planta de hospitalización.

A pesar de todo, Jensen iba a volver en dos días, bastante antes de lo que había imaginado. Solo con imaginar el momento de volver a verle, un agradable e intenso cosquilleo se apoderó de mi pecho.

Leí y releí la carta durante horas, durante toda la tarde, y pese a que me hubiese gustado contestarle, quedaba demasiado poco espacio de tiempo para escribirla, poder enviarla y que le llegara. Seguramente volvería antes de que esa carta arribara a sus manos, así que decidí no contestar, limitándome a memorizar aquellas palabras y a sentir que era él quien las decía para mí.

El domingo llegó tras un comienzo de fin de semana en el que el tiempo parecía haberse parado por completo: las ganas de que Jensen volviese a Nérida para quedarse podía sentirlas desbordarse por toda la superficie de mi cuerpo.

Cuando me desperté temprano aquella mañana, dado que no dejaba de dar vueltas en la cama desde que el sol había comenzado a iluminar mínimamente el horizonte, me fui a pasear junto a Geri a la playa. Fue la primera vez que le llevaba y fue gracioso ver como las olas le fascinaban a la vez que le aterraban. Acabó por mojarme por completo cuando una de las olas le hizo dar vueltas dentro del agua y no se le ocurrió mejor idea que correr hacia mí y saltar a mis brazos, notando como su peso había aumentado considerablemente desde que nos encontramos, igual que su tamaño.

Una vez de vuelta en casa, me metí directamente en la ducha para quitarme la sal y la arena de la piel, vistiéndome después con un vestido azul de tirante muy fino y espalda al descubierto por completo, sin duda un atuendo acorde con el calor que ya comenzaba a hacer a aquellas alturas del año.

Tomé rápidamente un té y una galleta de frutos del bosque y le pedí a Gerd que me preparara a Alsvid, pues el puerto quedaba lejos de casa y si iba andando no me daría tiempo a llegar al mediodía.

–Lo siento, señorita. Pero el señor Larson me informó de que, llegado el día de hoy, la llevase yo mismo al puerto, pues al parecer su carruaje les espera a ambos para dirigirse a comer juntos – dijo Gerd con una sonrisa.

–¿Por qué no me habías dicho nada? –me quejé aunque con una enorme sonrisa en mis labios.

–Él mismo me pidió ese favor –se disculpó.

Gerd preparó el carro de inmediato y en menos de lo que hubiese esperado nos pusimos en marcha hacia el puerto naval de Nérida. Por suerte –gracias a la agradable compañía y conversación de Gerd–, el trayecto hacia nuestro destino se hizo ameno y corto.

Aadhya: El resurgir de los Seid © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora